jueves, 28 de febrero de 2013

Escalera


¿Buscas un príncipe azul?
Bueno aquí pierdes tu tiempo,
anda mejor por un tarro de pintura,
que si no lo intentas te comerán las dudas.
Buscando inspiración
en un trozo de papel.
¿Qué si es difícil?
Sí, eso no te lo negaré,
pero a la vez es bastante reconfortante,
llena mi alma y hace cuestionarme:
¿Esto será sano para mí?
Mejor quizás buscar alivio en otra parte.
Es extraño…
Cada verso es para mí como un peldaño.
¿Hacia dónde va la escalera?
Pues bueno no lo sé, ahora vamos a ver.
Me debo esforzar,
y lo tengo claro,
date cuenta bien
eso es lo que hago,
no saco nada con hablar
solo crear estragos.
Por estragos entiendo responsabilidades
de las cuales luego no me haré cargo.
Para mí lo que escribo no son poemas,
yo más bien los llamaría cementerios de pena.
Es como enterrar un verso en el jardín,
luego no te das cuenta cuando sale el árbol y tapa tu ventana.
Y se extraña…
Esa pena solidaria,
se siente esa nostalgia poco cotidiana.
Si quieres ver las estrellas
saca las manos de tus ojos.
Culpar al destino ya no tiene sentido,
yo le di vacaciones y ahora he sentido la soledad del minutero.
Le he tomado al peso a lo nuestro
¡No arregles la pesa, que el resultado será funesto!
Soy bastante honesto y te enseño mi descontento,
si no cambias ahora pues ándate despidiendo.
¿Sin pelos en la lengua?
Aun falta que te depiles los ojos…
Tómale el peso a mis rimas y créeme cuando te digo que no las escribo con el fin de subir mi autoestima.




El hombre que murió de sueño [Capitulo 2]


Las gotas de agua fría recorrían mis hombros  y me hacían pensar que tal vez ya era hora de pagar el agua caliente. Sería fácil de hacer, pero como no tengo el dinero prefiero no intentarlo.
Salí rápidamente de la ducha y tome la toalla, desteñida y llena de hilachas.
Miré el reloj que debería estar empapado si es que me hubiese duchado con agua caliente, era un cuarto para las ocho y sentía un dolor que me partía la cabeza en dos.
Saliendo del baño con solo los bóxers y la camisa de trabajo puesta me fui a la cocina para hacerme el desayuno. El pan añejo no parecía para nada apetitoso y la leche barata que estaba abierta desde la semana pasada expelía un olor que no me parecía muy agradable. En mi cabeza sentía que los sesos se me estaban reventando y más encima no tenía nada para comer.
Desesperado vi la hora, suspire al pensar y sacar conclusiones que me aliviaron. Si me vestía de manera rápida tenía tiempo de sobra para ir a tomar un buen desayuno a una de esas tiendas donde todo parece apetitoso. Corrí hacia mi pieza, busque los jeans más nuevos que tenia y me los puse rápidamente, vacilé un momento si es que era necesario ponerme un cinturón hasta que me decidí por no usarlo. Me puse la corbata y los calcetines, luego los zapatos que había olvidado lustrar.

Llaves listas.
Billetera con dinero lista.
Tarjeta para la locomoción colectiva lista.
Ojeras de muerto listas.
Sonrisa falsa lista.

Salí de mi apartamento lentamente, mirando con detalle el apolillado dintel de mi puerta que me había prometido cambiar hacia unos meses atrás. Eche llave a la puerta, di media vuelta en dirección a las escaleras para llegar hasta la calle.
El conserje estaba dormido con un diario de la semana pasada, pase inadvertido por su lado, cruce la puerta y salí a la selva de cemento.
Se me presentaban dos opciones completamente distintas. Tomar un taxi o ir en bicicleta, finalmente me decidí por esperar un taxi.
Una vez arriba del típico Nissan V16 saque el celular para ver la hora. Me quedaban cuarenta minutos para tomar desayuno y llegar a mi destino, nada mal. Le pedí al taxista que me dejara en la esquina de bandera con estado, una vez ahí le pague y rápidamente me baje. Camine hasta donde está el café más barato y sabroso que conozco. Entre y me senté en la primera mesa que encontré.
La mesera deprimida que tiene que hacerse la simpática no demoro en llegar, me miro, sonrió y sobre la mesa dejo la carta. La abrí con rapidez buscando algo, un café con un sándwich de queso-jamón era lo que necesitaba, la cerré y mi mirada inquieta busco a la señorita que me la había traído, para mi mala suerte se demoro más de quince minutos en llegar.
-¿Qué va a querer?- su voz parecía venir desde el inframundo.
-Un café cargado con un sándwich de jamón-queso, por favor.
-¿Algo más?- me pregunto mientras retiraba la carta, sacándola como con asco de entre mis dedos.
-Si tienes la solución a todos mis problemas quisiera saber el precio- le digo, mientras desvía levemente su mirada.
Me miró con cara de que no entendía lo que decía y se retiro rápidamente. Luego más allá se escucharon unos murmullos seguidos de unas risas que seguramente eran la consecuencia de que ella se lo haya contado a sus colegas.
El café con el pan no se tardo en llegar, lo engullí rápidamente, deje el dinero sin propina encima de la mesa y me marché.
Camine un par de cuadras hasta llegar al edificio donde se encontraba mi oficina, con un poco de miedo saque el celular para ver la hora. Ocho veintitrés. No iba atrasado, iba a llegar a la hora. Algo andaba mal.
Empuje la mampara de vidrio entrando así al hall central del edificio donde trabajo. Me acerque al mesón para marcar mi llegada, era sábado, la posibilidad de que me pagaran horas extras era casi imposible, pero aun así me gustaba el sonido que hacia la maquinita cuando ponía mi huella digital.
Seguido de eso marque el botón para llamar al ascensor.
4
3
2
1
Se abre y esta vacio, subo y lo cierro. Marco el piso seis, saco mis audífonos y los inserto en mis orejas, para que la gente no sienta la necesidad de tener que saludarme. Piso cinco y una señora entra con un celular y un bolso negro, deja el bolso en el suelo y se pone a teclear rápida y desenfrenadamente.
Piso seis.
Antes de bajar me miro en el espejo del ascensor, mi cara parece un poco más repuesta, pero aun así se nota la falta de sueño y la ingesta de drogas medicadas. Antes que las puertas automáticas del ascensor se cierren me bajo y llego a los pasillos de las oficinas de la inmobiliaria en la cual se supone que trabajo. Camino un par de pasos y me paro enfrente de la puerta, toco tres veces y entro.
La sala estaba vacía y eran las ocho con cuarenta minutos.
Saque el celular para avisarle a Esteban que ya había llegado cuando me doy cuenta que tengo un nuevo mensaje de texto.

Nuevo mensaje de texto.
De: Esteban.
Se cancela la reunión porque la hija del gerente sufrió un terrible accidente, yo te aviso la próxima fecha.
Hora: 7:49.

Pesadillas… Benditas pesadillas.
De vuelta al ascensor, lo primero que veo es el bolso negro de la señora que tecleaba desenfrenadamente, definitivamente los celulares perjudican a la gente.
5
Me desato la corbata.
4
Me miro al espejo.
3
Me planteo la posibilidad de renunciar.
2
Me la niego rotundamente.
1
Amo la gravedad.

Como siempre el hall central vacio, ni un alma, solo yo, el estúpido que mientras se bañaba recibió un mensaje de texto y no fue capaz de ver su celular para leerlo y darse cuentan que no había reunión.
Definitivamente los celulares perjudican a la gente.
Me decidí por caminar hasta llegar hasta alguna plaza o lugar con bancas para poder descansar y escuchar un poco de música. No me gusta planificar mis viajes, ponerles destino, me gusta caminar hasta encontrar un lugar agradable, conocer cada día nuevos sitios y disfrutar en ellos.
Es una mala costumbre que me dejo Lucia.
Cuando ella estaba viva solíamos salir y yo siempre preguntaba dónde íbamos, ella me miraba y me decía que no sabía, entonces nos entregamos a una especie de destino que decidía nuestra próxima parada.
Por lo mismo que cuando la violaron hasta matarla nos demoro una semana y media encontrar su cuerpo.
A lo lejos divise una especie de plaza, no habían bancas así que me dije que sería mejor recostarme. Llegue y me eche en el sucio y lleno de colillas pasto, estaba  tan mal cuidado que parecía sintético.
Mis pestañas tenían las leves ganas de cerrarse y dejar descansar un momento a mi ajetreada alma, podría ser quizás que el insomnio estuviera por acabar, podría por fin reconciliar el sueño que hace más de un mes no ha llegado a mí. Mis ojos se cierran y un chorro de ideas se desprende de mis cerrados parpados.
Cuando siento una molesta vibración proveniente de mi bolsillo.

Nueva llamada entrante.
De: José.
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Definitivamente los celulares perjudican a la gente.


-¿Si?- digo sin abrir los ojos.
-¡Hola hermano mío!- dijo con una voz tan fuerte que tuve que retirar  la oreja del auricular.
Me quede callado.
-¿Aló?- su voz extrañada me pareció un tanto divertida.
-Hola hombre, se escuchaba un poco mal- mentí.
-Bueno, podrías cambiar esa cochinada de celular pues –estaba como molesto, le encantaba darme órdenes.
-¿Necesitas algo?, no creo que hayas llamado solo para criticarme- quise que mi voz sonara impetuosa, pero no fue posible.
-Con la Marcia vamos a hacer una cena familiar- se detuvo un momento- nos gustaría que vinieras. Seria mañana a las siete más o menos. ¿Te apetece la idea?
Mi imaginación recorrió rápidamente mi refrigerador, además de un resto de pan añejo y unas vienesas congeladas no había nada. En este momento cena familiar para mí no significaba más que comida gratis.
-Por allá voy a estar- dije fingiendo entusiasmo- nos vemos adiós.
Corte bruscamente.
Entre el viaje de vuelta a mi departamento, hacerme un almuerzo improvisado con las vienesas y un poco de mayonesa y leer unos libros me dieron las cuatro de la tarde.
Cuatro de la tarde y nada que hacer.
Cuatro de la tarde y se colaba curioso un pequeño haz de luz por la polvorienta cortina llena de ácaros, atravesaba la pieza y chocaba en la pared azul.

Así se fue la tarde hasta llegar la noche.



martes, 26 de febrero de 2013

El hombre que murió de sueño [Capitulo 1]


Antes de despertar un escalofrió me recorrió por completo. Un salto exagerado separó mi sudada espalda de las sábanas. Una vez más… Pesadillas, malditas pesadillas.
Lentamente, arrastré mis piernas para finalmente quedar sentado en mi cama, con un leve impulso me levanté. Pequeños pasos hacia el refrigerador, cada uno es un sentimiento y pensamiento diferente, cuestionando todo lo que me ocurre.
La vieja puerta del refrigerador se abrió con un pequeño tirón. Miré buscando algo… leche, cervezas, pan añejo… mucho para comer y calmar el hambre, pero nada para volver a conciliar el sueño.
Lo peor del insomnio no es despertar en medio de la noche y no poder volver a dormir, sino que inventar cosas para regresar al trabajo. Lo peor del insomnio es que no te mata, solo alarga tu sufrimiento.
Pesadillas… Malditas pesadillas.
Miré el reloj sabiendo que me llevaré una decepción,  las tres con veinte minutos. No es tan malo, me miento, mientras camino a tientas por el pasillo oscuro hasta el living. Me senté en el sillón buscando el control remoto de la vieja tele, recuerdo de la casa  de mis padres. Presioné el botón que en tiempos antiguos era rojo, ahora ya desteñido es plomo y cuesta  hacerlo funcionar.  El molesto sonido indica que la caja se enciende.
Una familia muerta por una bomba.
Cambio de canal.
Una mujer con problemas  sexuales.
Cambio de canal.
¡Llama ya para ganar un auto cero kilómetros!
Apago la tele.
Es lógico que muestren solo basura en la televisión a esta hora, a nadie se le cruzaría por la mente levantarse a las tres de la mañana para verla.
 Volví a caminar rumbo a mi pieza, al entrar me fijo en una luz que está por encima de mi velador, seguramente la batería baja de mi celular, pensé, me acerco en todo caso para corroborarlo y me llevo la segunda decepción de la noche.

Nuevo mensaje de texto.
De: Esteban.
Mañana reunión administrativa a las ocho y media de la mañana, trata de llegar bien despierto.

Pesadillas… Malditas pesadillas.

Lo mejor del insomnio es que no te mata, alarga tu sufrimiento.
Tiré el celular con un poco de rabia y me compadecí de mí. Comprendí en ese momento que la noche se está convirtiendo en un verdadero infierno y debo recurrir a las pastillas  para dormir y recuperar energías para el otro día.
Me retiro de la pieza camino al baño, la puerta está trancada y tengo que hacer más fuerza de la habitual para poder entrar, prendo la luz y lo primero que veo es un rostro maltrecho, desfigurado, lánguido  con unas ojeras que parecen sacadas de una película de Zombis. Al fijarme bien me doy cuenta que solo es un reflejo, entonces me despreocupo y me relajo.
 Abrí el botiquín donde tengo  mis medicamentos, busco con premura, un relajante muscular y otras opciones que uso de vez en cuando para dormir.
Con dos de cada una son suficientes, me miento. Saco seis pastillas en total, voy a la cocina, tomo la vieja botella de ron, regalada hace dos años al empleado del mes. Saco un vaso y cuando me doy cuenta, ya  no es necesario. Tomo las pastillas y las pongo en la boca; rápidamente acerco la botella y las pequeñas grageas. Mi garganta se siente áspera  por el  licor. Me tomo la mitad de la botella y la retiro rápidamente. Un chorro cae  y empapó mi ropa de dormir.
Vuelvo a la cama, con alcohol en la sangre, con un sueño que ahora no se siente, pero en unas pocas horas más arrasará con todo lo que tengo en mi cabeza; lo mejor de todo, una reunión para la cual no estoy preparado y además la que definiría  mi futuro laboral.
Pongo la alarma a las siete y así  tener tiempo de bañarme y salir tranquilo. A eso de las cinco de la mañana me quedo dormido.
En mi sueño todo es perfecto e inmejorable.
Vivo en una casa confortable, con una pareja que sigue viva y poseo un trabajo estable.
Quizás no estoy soñando y de ser así todo lo vivido no sería más que una pesadilla.
La muerte de Lucia era una pesadilla.
La reunión sorpresa era una pesadilla.
La casa vieja con termitas, con las puertas trancadas y sucias era una pesadilla.
La soledad de mi vivir, el diario pesar de lo que no hice, lo que quedo por hacerse…
Pesadilla, no era más que una pesadilla.

Suena el despertador, siete de la mañana.
Malditas pesadillas, malditos sueños, maldita mente enferma que no me deja dormir.




Perra que no ladra

Sentimientos inconclusos,
palabras nunca dichas
tus besos me enloquecen y tu silencio me acaricia.
Traición
tu me haces cometer,
pero lo hago por tu amor...
Hay veces en las que siento que grito tan fuerte y tu solo murmullas,
también hay veces en las que siento que ambos gritamos, el silencio no te queda para nada bien.
Me hago como el que quiere callar por tu amor.
Tal vez
yo soy el exigente,
o quizás te persigo mucho y es que me interesas bastante.
Si antes me sentía yo mismo cuando estaba contigo ahora me siento otro cuando estas lejos... Me hago el desinteresado cuando en realidad estoy bastante preocupado.
No te pediré que cambies, pues es probable que no lo hagas, no es de extrañar que el que de cambio sea yo. 
Y no me quejo, pues lo supe desde un principio...
Y no me quejo, pues lo hago por tu amor.
¿De que me sirves?
Perra que no ladra.
¿De que me sirves?
Amor si no me amas.
¿Para que gritar?
Si permaneces callada.
¿Qué es amar?
Sin ti yo no soy nada.




lunes, 25 de febrero de 2013

El hombre que murió de sueño [Introducción]


Al despertar mis cansados ojos clavaron la mirada en el techo, lleno de imperfecciones, como la vida misma. No sabia donde estaba, no sabia porque estaba allí. ¿Qué era lo que había gatillado que mi tranquila vida se viera interrumpida de tan brutal manera? No tenia forma de darle una respuesta sensata a esa pregunta, que hace más de dos horas rebotaba dentro de mi cabeza. Despegue la mirada del techo, buscando a mi alrededor algo, no sabia que, pero pensaba que podía ser algo que me aclarara un poco más las cosas. Intenté mover mis manos, pero fue en vano, estaban atadas a la estructura metálica de la cama, atadas con unas especies de correas.
En ese momento me sentí asustado, mire hacia mi derecha y vi una cortina que me aislaba de todo lo que ocurría en el exterior, un exterior que no emitía ningún ruido, era callado y oscuro.
-¿¡Hola!?- dije gritando, mientras notaba que mis voz parecía bastante gastada.
Silencio, solo silencio.
-¡Hola!- esta vez el grito fue más fuerte, tan fuerte que pude sentir como el sonido raspaba dolorosamente mi garganta.
Las paredes respondieron de la única forma que lo sabían hacer...Con el silencio.
Así estuve por más de una hora, gritando desesperado, moviéndome frenéticamente sobre la cama, con la vaga esperanza de que los cinturones que me contenían cedieran, pero no fue así.
Me estaba quedando dormido cuando de la nada llego una mujer vestida de enfermera, era rubia y llevaba su pelo atado en forma de cola, un coqueto lunar al lado de su boca le daba un toque de  ''enfermera erótica'', pero ella estaba lejos de serlo. Traía con ella una especie de bandeja, con un dos platos, un vaso a medio llenar y una torre de servilletas. Entre ojos cerrados (debido a que me estaba haciendo el dormido) pude ver como se acercaba y con su suave voz creía estar despertándome.
-El almuerzo- su voz era realmente suave- despierte señor.
Lentamente abrí mis ojos y la pude ver casi encima mio, con su mirada puesta en mi, como si esperara que yo reaccionara de manera violenta, quizás en otras circunstancias así hubiese sido.
-¿Donde estoy?- intente enderezarme para recibirle la bandeja, pero recordé que estaba atado a la cama.
-Usted esta en un manicomio-cárcel, el nombre real es Instituto de Sanación Mental San Alonso  pero los funcionarios le llamamos ''El infierno blanco'', pues como podrá ver casi todo lo que hay es blanco, incluyendo paredes y piso- su voz se apago, como si hubiese olvidado algo.
-¿Y por cuanto tiempo voy a estar aquí?- pregunté, mientras acercaba la bandeja a mi y se sentaba al borde de la cama.
-Ninguno de los internados tiene derecho a escuchar esa respuesta- dejo de hablar para tomar la cuchara, sacar un poco de puré y acercarlo lentamente a mi boca, me sentí humillado, pero tenia hambre así que deje que me diera comida.
-Pero por que me caes bien te la responderé  me dijo mientras retiraba la cuchara de mi boca- para irse de aquí hay dos opciones, o te mueres, o te matan o te matas.
Fue entonces cuando recordé todo, recordé por que estaba ahí, recordé que es lo que había pasado y recordé que ella se equivocaba, pues yo ya estaba muerto.
Ahora contare todo lo ocurrido anteriormente, esto es como un racconto o esas cosas que nos hacen regresar al pasado.


Las malas juntas


Las malas juntas
ahora me siguen a todos lados
y la venganza ya no respeta lo que acordamos…
Será quizás
que hemos cambiado,
bueno tal vez un poco,
los suspiros ya no son hondos, es más se sienten como ahogados.
¿Será que las lágrimas nos han traicionado?
Miro al cielo y me recuerda al pasado.
¿Yo cansado?
Pero si aún no he ni empezado,
esto es como la intro,
creo que me falta el resto del disco.
Ya he hecho todo lo posible por dejarlas lejos  de mí,
pero me siguen como perros fieles
yo ya no quiero más.
Pero no puedo parar y cuando se quedan atrás doy media vuelta y el cuento vuelve empezar.


domingo, 24 de febrero de 2013

Imposible


¿Es posible recorrer en silencio tus labios sin decir ninguna palabra?
¿Es posible descubrir lo que significa el suspenso en tu mirada?
¿Puedes mantener ese brillo por siempre?
El silencio no te queda para nada bien.
El esbozo de sonrisa que dibujaste en mi rostro
ni con los más crueles y devastadores lamentos ha podido ser borrado.
Tu voz suave usa mi tímpano como motel.
Basta de extrañas caricias,
es hora de admitir lo que contienen nuestros corazones.
Intenté recorrer en silencio tus labios y no fue posible.
Traté de imitar ese suspenso que contiene tu mirar y fue imposible.
Y aun así mantienes ese brillo intacto…
Lo siento, pues te he tomado un poco de cariño.
Perdón, pues creo estar enamorado.
¿Qué si te amo?
No, eso sería el colmo.
Mientras más recorremos juntos
más me cuestiono como es que no te conocí antes,
todo hubiese sido tan fácil.
Me has enseñado que una acción vale más que mil palabras,
pues esas palabras se las lleva el viento.
También gracias a ti sé lo que es un verso.
No es preciso dar las gracias
pues no te debo nada.


sábado, 23 de febrero de 2013

Me soné y salio tinta


Me sentí un poco enfermo
y corrí hacía el pañuelo,
pero cuando me soné mis venas se estremecieron,
mis ojos vieron algo
y no lo creyeron
era mucha tinta que por mi nariz había salido.
Dame una explicación
es que yo no lo entiendo.
¿Será que mi cabeza ya no tiene cerebro?
¿O quizás la tinta ahoga todo lo que siento?
Sea lo que sea escribir me está enloqueciendo…
¿Yo loco?
Por favor, me estas ofendiendo.
¿Se puede olvidar tan rápido el dolor?
Yo lo llamaría ilusión,
tu efectos del alcohol
y ella que nunca hubo dolor.


Desdén cero


Te digo la verdad
yo he cambiado.
¿Mi tristeza?
Creo que se ha esfumado
o quizás se haya guardado
en algún rincón oscuro que tus besos aun no han iluminado.
Te digo la verdad
te invito a conocerme
tengo miedo quizás,
bueno miedo a perderte,
tranquila eso es normal en cualquier inconsciente.
¿Cero conciencia?
Pero si la conciencia abunda,
son mis oídos
los que creen que su arma el destino desenfunda,
se tornan sórdidos enseguida.
¿Ves?
Yo solo soy más que otra pobre víctima,
víctima de la malicia de Cupido y sus juntas.
Atemorizado de perder lo que no tengo
y sorprendido de tener lo que aun no pierdo.
No tengo más vida,
que la que te estoy dando,
no tengo más sueño
que el que estoy postergando.
Me siento feliz
y no me estoy disfrazando.
Y es que mi corazón por fin de amor esta palpitando.
Ahora que terminé de redactar
ya no puedo dormir.
¿Es que acaso el sueño se espantó con los versos que escribí?
Aun no es suficiente dijo el inconsciente,
déjate de molestar y has algo diferente y yo le dije que quizás
estaba siendo muy exigente,
me pedía mucho y yo no era capaz.
Me respondió con su fría mirada y ya no lo vi más.
Ya no me cuesta escribir,
estoy en mi apogeo
digan lo que digan
sigo siendo el mismo.


miércoles, 20 de febrero de 2013

Uno


Mientras más he caminado
menos he conocido
y es que la vida misma ya no tiene sentido,
de brazos cruzados contemplando el espejo,
el me mira fijo…
Creo que no es mi reflejo
entonces comprendo que ya no soy yo mismo.
¿Me comprendes?
No creo y es que es muy complejo,
difícil de explicar con simples palabras,
pues ahora veamos si con un par de versos te basta.
Cuatro de la mañana y no tengo sueño
el lápiz se desliza sobre el papel sin freno
y la cabeza pregunta:
¿Por qué no te duermes luego?
Respondo con un suspiro y se queda callada.
¿Será quizás que le gané en esta batalla?
Es muy pronto para responder esa pregunta
y muy tarde para acostarme con los pelos de punta.
La esperanza se escondía como sol de atardecer,
puse atención a la hora y era de amanecer.
El papel pregunta:
¿Por qué me haces sufrir?
Y le respondo que es mi precio por fingir,
fingir algo que no era y terminar convirtiéndome en eso…
Llorar hasta que no queda nada bueno en tus huesos,
cambiar tanto que no reconoces ni tu propio pellejo.
¿Qué si lo siento?
Bueno en verdad no siento nada,
solo la pena ahogada y la soledad alejada.
¿Acaso le dio miedo el hecho de estar acompañada?
Y es que tu sonrisa la tiene bastante acomplejada,
ahora se va lejos a conquistar otra alma atormentada.
No puedo cambiar
es imposible,
puede que sonría, pero aun me siento triste.
Digo puede,
pues puede ser mentira
quizás es solo una ilusión de mi alma cochina
qué extraña el sabor
de mis lagrimas del día a día.


martes, 19 de febrero de 2013

Creer lo increíble


¿Luciérnagas inquietas o cigarros de medianoche?
Tengo la fórmula perfecta
a todos sus problemas,
es sonreír un poco
y olvidar las penas.
¿Qué si funciona?
Pues bueno no lo sé…
¿Podría consumir un poco de su cielo?
El mío se acabo y para mí es como un remedio.
Una especie de cura
para la falsa locura…
Perro que muerde
no ladra me dijeron por ahí.
Luego llegué medio herido y se burlaron de mi,
así te tratan
cuando te conocen
hablan a tus espaldas
y luego no lo reconocen.
¿Qué estoy cambiado?
Pero si nunca me conociste,
mi ilusión es lo que creíste que era mi persona
y ahí estuvo tu error,
creer en lo increíble,
esperar lo impredecible,
preguntar cuando ya sabias que la respuesta era negativa.



Anti poema romántico 1


Sería muy cursi decir que eres mi complemento,
jamás por la mente se me cruzaría llamarte media naranja.
Así que diré que no eres más que una mala influencia,
una de mis peores juntas,
definitivamente no me aportas en nada.
Pero qué gran mentira.
¿Quieres oír más mentiras?
Bueno:
Eres lo más importante para mí.
Gracias a ti sigo en pie.
No te cambio por nada.
Te quiero siempre junto a mí.
Y ahora te digo
que todas las mentiras anteriores son mentira.
¿Se entiende?
Y es que no creo
que sea preciso decir que te extraño a ti
te extraño a ti
junto a mi haciéndome compañía.
Esto ya no parece poema,
parece un enredo.
Que desagradable
dirías tu,
eres adorable,
diría yo
y nos echaríamos a reír como los locos que somos.
Unos locos amantes enamorados,
pero ojo, no enamorados de nosotros, si no que enamorados de lo que se produce cuando estamos juntos.
¿Química?
No, la química es aburrida.
Nosotros hacemos historia,
a mí la historia me parece entretenida.
¿Y nuestra historia?
Un chiste.
Y es que tu boca hace la diferencia,
tus besos contienen esa esperanza embotellada,
tu mirada contiene esa esencia
y tu respirar marca presencia.
Quise escribir algo sin cursilerías,
pero no me fue posible y por ello te pido mil disculpas…
Como tú dices soy todo un homosexual.
Bueno ahora diré algo gay:
Soy tu homosexual.

San Piter


¿Dejar de escribir?
Pero si aun ni he comenzado.
De los mil versos que mi mente ha maquinado
solo ochocientos han sido pasmados,
en el sucio papel tatuados.
¿Un poeta?
Me suena un poco anticuado,
prefiero ser un loco que nunca ha imaginado
que escribir es una forma de enterrar su pasado.
Dejar pasar,
lo que no ha pasado,
es como ver el papel
con los brazos atados.
Es una tortura por donde lo mires,
inimaginable,
yo ya la he sufrido miles de veces.
No me he quejado 
y es que de tanto caer 
te acostumbras al barro,
te acostumbras a que te traten de loco ordinario.
Es la ignorancia de la gente la que me hace daño.
¿Han pasado dos días?
Para mi fueron dos años…
Si estoy contento y no lo niego.
¿Yo hacerme el ciego?
Pero si veo bien,
bastante claro.
Me atrevería a decir que lo que dices es un descaro.
Retráctate de inmediato
antes de que sea demasiado tarde,
que si esperas ahora un rato se te pasaran las horas
y el reloj te reprochara lo que le prometiste algún tiempo atrás.
Date cuenta antes de que te lo digan,
si dejas al sol tu cadáver se llenara de hormigas.
Te lo digo yo… Tu alma vecina.
No es que sepa mucho, pero como que se intuye.
Miré tanto el cielo y mi respiración contuve,
que ni me di cuenta cuando San Pedro me bajaba de su nube
y enojado me mandaba de vuelta a la tierra.