domingo, 31 de marzo de 2013

Peruano sopapillero [Oda]

Innumerables veces recuerdo haber estado caminando por las desoladas calles del gran Santiago,
el aire capital hace despertar en mi estomago una sensación de hambre que necesitaba ser saciada inmediatamente.
Es lamentable, pues, en mis bolsillos nunca abunda el dinero... Suelo ser de los que salen con lo justo y llegan con nada.
Pero ustedes son de esos que nunca defraudan.
Llueva, truene o nieve siempre están en esa esquina con su carrito, ustedes no venden sopaipillas, ustedes venden la formula perfecta para combatir el hambre.
Me acerco temeroso con los cien pesos en la mano.
"Esto es un descaro". Pienso... "Como algo tan exquisito puede costar tan barato"
Esta oda es para ustedes, que no venden comida, venden verdaderos placeres.




viernes, 29 de marzo de 2013

El hombre que murió de sueño [Capitulo 6]


Cuatro de las tarde y yo transitaba las concurridas y cochinas calles de Santiago.
Cuatro de la tarde y mi brazo estaba lleno de sangre seca.
Cuatro y cuarto y me faltaban un par de cuadras para llegar a casa de Lucia.
Hay algo de Santiago que siempre me ha llamado la atención, es ese extraño placer que siente la gente por cruzar con luz roja o esa extraña pasión que tienen los santiaguinos por comprar, comprar y comprar.
Dije tienen porque yo no hago eso y es que en verdad nunca me apasiono la idea de ir de compras o gastar innumerables montos de dinero para sentir felicidad, yo sentía felicidad con otras cosas, cuando sentía felicidad claro.

La gente comete el error de pensar que la felicidad es un sentimiento de larga duración, tratan de ser felices las veinticuatro horas del día y no se dan cuenta de la importancia de las otras emociones.
Yo aprendí que la felicidad no es más que pequeñas instancias repartidas a lo largo de nuestras vidas, si no las sabemos disfrutar entonces se van y pasar desapercibidas para nosotros.
Estacione el chocado auto a una cuadra de mi destino, me baje y trate de esconder la mayoría de las cosas del chofer, cerré la puerta y me encamine hacia mi próxima parada.
¿Con qué pretexto tocaría la puerta de Lucia?
Con una mano ensangrentada no creo que me invite a pasar así como así no más, es más, con mi último veredicto dado en el metro dudo aun más que me haga pasar.
Pero una parte de mi sabia que para ella sería imposible decirme que no.
Me pare enfrente a la puerta de la cual yo antes tenía llaves y entraba cuando se me daba la gana, ahora no era más que otra puerta que debía tocar para que se abriera.
Toc, toc.

La puerta se abrió y quede frente a frente con un tipo que definitivamente no era Lucia. 
-¿Qué necesitas?- su mirada se dirigió enseguida a mi brazo lleno de sangre.
-Ando buscando a la Lucia- estire mi cuello para mirar hacia adentro- ¿Estará por ahí?
-Sí, pasa mientras la llamo- y con un ademan me invito a pasar.
Que irónica es la vida, hace unos meses yo era el que hacía pasar a las visitas.
Al entrar lo primero que veo es un hermoso florero con extraños diseños y letras japonesas, deberé suponer entonces que el jarrón es de alguna dinastía Asiática.
Además del jarrón el orden de la casa no ha cambiado para nada, los muebles están ubicados de la misma desordenada forma que meses atrás decidimos ordenar con Lucia, la tele seguía empolvada y apagada, como según nosotros tenía que estar y de las tres ampolletas que tenia la lámpara solo dos funcionaron.
-Toma, para que te limpies- me dijo el Tipo X mientras me pasaba unas servilletas húmedas.
Quizás espero a que yo le diera las gracias, se equivocó.
-Espérame aquí mientras te voy a buscar a la Lucia, no debe tardar en salir de su pieza- dijo mientras se adentraba en los pasillos de la inmensa casa.
Mientras esperaba no hice más que admirar de una manera increíble el jarrón de la dinastía Asiática, bueno no sé si era de esa dinastía, pero como tenia escrituras japonesas o chinas yo supuse eso. Era impecable, con una especie de bordadura de oro que lo recorrió por completo, unas letras hechas a pulso, que desde lejos se veían tan perfectas como si una maquina las hubiese hecho.
Cuando por la puerta de una pieza se asomo el Tipo X.
-Disculpa, ¿Cuál es tu nombre?
Vacile un momento, ahora la cosa se ponía un tanto difícil como para mentir, así que decidí recurrir a la honradez.
-Alex- dije con voz fuerte para que Lucia me escuchara- mi nombre es Alex.
Y seguí admirando el jarrón.
Se escucharon muchos rumores en la habitación.
El Tipo X se acerco rápida y violentamente y me encaro, es obvio que Lucia le había dicho quien era yo.
El jarrón es precioso.
-Sale enseguida de la casa de Lucia, o te las vas a ver conmigo- pude ver sus fogosos ojos buscando pleito.
Cuando salió Lucia y el Tipo X se dio vuelta para atender sus palabras.
-Alex, por favor no hagas esto más difícil- dijo mientras yo tomaba el jarrón en mis manos.
El jarrón en mis manos también se veía precioso.
La cara de Lucia se desfiguraba cuando estaba a punto de colisionarlo con la cabeza del Tipo X.
El jarrón se veía aun más hermoso cuando estaba cerca de su cabeza.
Un grito desgarrador me indicaba que lo estaba haciendo bien.
El florero no se veía tan lindo cuando estaba roto y con pedazos de cuero cabelludo ensangrentado del Tipo X. Su cuerpo cayo enseguida, y las piezas de lo que fue un lindo jarrón se desplomaron por todo el suelo del living.
Mire a Lucia y estaba un tanto asustada, es que ella sabía que era su turno de pagar, tarde o temprano el karma te agarra y cuando lo hace te hace pagar por todos tus malos actos, hoy yo me creía karma. Corrió hacia su pieza y se encerró con seguro, tire al suelo los restos del jarrón que quedaron en mi mano luego de impactarlo con la cabeza del Tipo X y fui hasta la puerta para intentar hacer que saliera. Me pare enfrente y pegue la oreja a la helada madera, solo pude escuchar sollozos entre cortados, además pude sentir como el miedo se le escapaba por los poros.
-Lucia- me detuve y seguí rápidamente- no hagas esto más difícil de lo que es para mí.
La ironía abundaba en mi voz, ella sabía que era hora de pagar.
-¡¿Qué le hiciste al Matías?!- su voz llena de miedo daba un poco de lastima.
El Tipo X se llamaba Matías, interesante.
-Lo mismo que tú me hiciste a mi- dije gritando- ahora abre la puerta, enfrenta el karma.
Golpee innumerablemente veces la puerta, primero despacio y ya al final con grandes golpes de puño, es que mi paciencia se estaba agotando y además tenía un poco de hambre.
-¡Lucia abre por la mierda!- ya me dolía un poco el puño de tanto golpear.
Ahora es cuando debo aclarar que mi intención no era matarla, ni menos violarla, solo quería hablarle y torturarla sicológicamente. Mi principal idea era hacerle pasar un mal rato, que esto fuera un amargo trago, pero no más que eso.
Así que si pensaron que mataría a Lucia lamento decirles que los decepcionaré. O sea Lucía ya estaba muerta para mí.
Entonces por mi mente se cruzo una idea bastante infantil, pero no por ser infantil dejaba de ser efectiva, era lo que todo joven rebosante en hormonas quería hacer, derribar la puerta con una patada. Me aleje unos metros para tomar impulso y grite:
-¡Voy a botar la puerta, cuidado Lucia aléjate!
Y azote la planta de mi pie contra la puerta con mucha fuerza, seguido de un crujido bastante molesto para mis oídos la puerta cedió rápidamente, me acerque y entre a la espaciosa pieza de Lucia, el mismo lugar donde hace unos meses yo había estado revolcándome de amor junto a ella.
-Aléjate de mí- me dijo entre su llanto, mientras sostenía un cuchillo mantequillero.
Y ahora cree que soy mantequilla, pensé, mientras me acercaba y una sonrisa se dibujaba en mi rostro. Yo creo que para ella era difícil entender que yo solo quería hablar.
-Lucia, no hay necesidad de hacernos daño- me acerque a la cama para sentarme en ella- yo solo quiero hablar un poco.
Nunca había visto una mirada tan extrañada en mi vida, la verdad me pareció un poco graciosa.
-Dije que te alejaras de mi enfermo de mierda- sostuvo el cuchillo con aun más fuertemente.
No entiendo como puede ser tan difícil entablar una conversación.
Me puse de pie y me encamine hacia ella, temblaba de una manera impresionante, le era imposible sostener fijo el cuchillo. Yo sabía que no me haría nada. Una vez cerca de ella estire la mano y le arrebate violentamente el cuchillo, seguido de esto ella agarro una almohada y se la puso sobre su cabeza, como para protegerse de algo, creo que pensaba que le quería hacer daño.
-De nosotros depende que esto no termine en tragedia- mi voz tierna parecía calmarla un poco.
-¿Entonces qué quieres, no te basto con matar a Matías?- me pregunto casi gritando.
-Yo no he matado a nadie- respondí casi al instante- solo quiero conversar un poco contigo y que admitas lo que nunca has admitido, vengo a actuar de karma, quiero hacerte pasar el mismo dolor sicológico que tú me hiciste pasar- le expliqué.
-Ah. ¿Y tú crees que eres el indicado para ese trabajo?- me pregunto, clavando sus ojos como puñales en los míos.
Jaque mate.
Creo que la amo.
-No eres quien para venir a mi casa e irrumpir de la manera que los hiciste, voy a llamar al tiro a los carabineros, no te vas a arrancar de esta Alex- dejo de mirarme pero continuo hablando- ya no eres el mismo que yo conocí, has cambiado tanto, el viejo Alex murió para mí con esto que acabas de hacer hoy.
-Tú mataste al viejo Alex cuando le fuiste infiel, tú mataste al viejo Alex cuando lo dejaste solo e inflado de amor y esperanzas.
Al fin estábamos hablando lo que nunca pudimos hablar antes, tratando temas que desde meses me tenían preocupado.
Cuando de repente vi algo extraño en su cara, se ilumino por completo e intento ocultar una sonrisa, es como si hubiese visto algo que la hubiese alegrado o tal vez relajado.
¡PUM!
 Un fuerte estruendo seguido de un inmenso dolor en la canilla de mi pierna derecha, solté inmediatamente el cuchillo y lo deje caer a los pies de Lucia, dirigí ambas manos hacia el lugar donde había sentido el dolor, me toque y me dolió aun más, mire mis manos y estaban llenas de sangre fresca. Me arroje al suelo dando un fuerte grito que seguramente la estremeció, voltee lentamente y haciendo mucho esfuerzo, fue entonces cuando lo vi, parado en el dintel de la puerta, o de lo que quedaba de puerta luego de mi escandalosa patada.
Era el Tipo X, o mejor dicho Matías sosteniendo una pistola semiautomática.
Me había disparado.


jueves, 28 de marzo de 2013

Niña ojos de canela [SILVERSEA]

Niña de los ojos canela
nunca me viste 
nunca me sentiste 
nunca volteaste a ver quién te
seguía.

Ni de quien te amaría hasta el

final de los días.
Jamás pude sentir tu aprecio.
Jamás pude sentir tu afecto.
Jamás te pude dejar de soñar en
este sueño maldito que no quiere terminar.

Puede haber un momento en la

vida en que solo me veas a mi, en que me toques, me sientas.
En que me veas y solo sientas
el fino rose de mis labios.
En que me sigas con tus brazos
delgados entrelazados entre mis hombros.

Niña de los ojos  canela

cada uno tiene un deseo y TU eres el mío.



Hecho por: SILVERSEA 

miércoles, 27 de marzo de 2013

Anti poema romántico 2 (Ángel-a)

Ufff...
¿Ya van 4?
Esto se me hace eterno y como se que a ti te carga, esta vez te daré las gracias.
Gracias por las risas estúpidas que carecen de sentido alguno.
Gracias por hacerme caminar cuadras buscando pasto o plazas.
Gracias por las picaduras de hormiga también.
Gracias por esas largas noches de desvelo, conversando sin recordar que al otro día teníamos que levantarnos temprano.
Gracias por las ojeras también.
Gracias por enseñarme cosas que nunca pensé querer aprender.
Gracias por intentar cambiarme, lo sé, es imposible... Homosexual nací y así mismo moriré.
Gracias por dejarme sin plata en el celular y en la billetera...
Gracias por la insana locura
por la ocultada pero obvia razón.
¡Gracias por los kilos de inspiración!

Recuerda:
Que esto dure lo que tenga que durar, ni más ni menos y que nunca se te olvide que lo más importante, pase lo que pase, es disfrutar.

Desolación (De sol a sol)

Si es posible retomar la palabra antigua no dudes que lo haré.
Solo algo tengo claro y es que cumpliré... Retando al papel solo pierdo mi tiempo, el verbo es el afilado cuchillo sustituto de sentimientos.
¿Arrepentimiento?
Quedo en el blanco pasado,
miro hacia adelante y lo demás esta más que pisado.
Más que repasado y en silencio me miran.
¿Qué cambié?
No, ahora solo soy quien realmente era,
si te molesta es lamentable,
yo soy así y para mi ya es demasiado tarde.
Las heridas del corazón impiden que algo cambie
y el cerebro se acostumbro a esta estigmatización que en mi pecho arde.

Se acabo la razón, locura directo al corazón, como inyección letal, ahora es hora de ser yo, hora de sonreír sin una razón.
Utopía literal y distopía racional,
el amor es la función con la que late el corazón,
el dolor es un añejo sabor que se guarda en mis encías esperando mi fatal error.


Desolación, estoy solo y contigo...
Tapamos el sol con nuestros finos dedos, nos engañamos pues, la hora sigue corriendo.




lunes, 25 de marzo de 2013

El hombre que murió de sueño [Capitulo 5]


Once de la mañana y mis parpados llenos de legañas se separan lentamente, miro el techo de mi departamento, aun recuerdo cuando lo compré, era blanco, ahora lleno de manchas e impregnado con el humo de los cigarros que fumaba Lucia cuando venia para acá. Dirigí mi mirada hacia el piso y lo primero que observe fue el cadáver de la mosca que la noche anterior, desesperada intentaba salir de mi cuarto, no lo había logrado y por lo que yo pienso ahora estaba en el cielo de las moscas.
Me incorpore de un salto en la cama y quede de pie, tome mi celular y tenía 4 llamadas perdidas. Luego me acerque con teléfono en mano a la ventana, me costó abrirla porque estaba trancada, pero una vez abierta me prepare para el lanzamiento.
Lo arroje con la mayor fuerza posible, para cerciorarme de que cayera lejos y se hiciera trisas. Al otro lado de la calle pude ver en cámara lenta como caía y se desarmaba, mientras estupefactos los peatones miraban hacia mi ventana buscando al loco que había hecho tal acto.
Una atadura menos.
Desayuno improvisado y sin apuro, unos huevos revueltos con pan y una taza de café helado, nada mal para una mañana de lunes, había que comenzar bien la semana.
Tenía que empezar bien mi semana.
Me vestí y baje rápidamente las escaleras en dirección a la bodega, una vez dentro de esta tome una botella de gasolina que tenía guardada desde hace mucho tiempo.
En el envase decía con letras rojas y grandes:

¡Cuidado!
Altamente inflamable.

Perfecto.
De vuelta a mi departamento, agarre una mochila y eche un par de poleras, unos bóxers y unos calcetines. También unos libros de Benedetti, mi mp3, una navaja que hace más de 12 años me había regalado mi abuelo y la infaltable botella de ron.
Lentamente y con mucha cautela empecé a rociar con combustible lo que era mi departamento, o sea aun no era mío, prácticamente me quedaban dos años para recién terminar de pagarlo, pero aun así le había agarrado un especie de extraño cariño.
Un cariño que era imprescindible eliminar, o mejor dicho quemar.
Me demore más o menos quince minutos en dejar todo el lugar empapado en gasolina, el baño, la cocina y por ultimo mi pieza. Tenía más que claro que lo que estaba por hacer tendría terribles consecuencias, pero algo en mi interior me ordenaba hacerlo. Era como si necesitara deshacerme de las cicatrices de mi pasado para empezar mi nueva vida.
Me posicione bajo el dintel de mi puerta, mire lo que en algunos minutos serian solo cenizas y una pequeña pero agradable sonrisa se dibujo en mi rostro. Saque un fosforo y coquetamente lo hice rozar contra la superficie de la caja, lo que produjo una chispa seguido de la fogosa llama.
Cerré los ojos y lentamente deje caer en medio del living el fosforo, rápidamente cerré la puerta y di media vuelta hacia las escaleras. Sentí el sonido del fuego devorar todo el departamento, sentí también el calor proveniente de la puerta que había cerrado, sentí todos mis sentimientos y vivencias quemarse y así convertirse en cenizas que luego el viento se encargaría de llevarse lejos, muy lejos, para así no molestarme más.
Una atadura menos.
Apurado baje las escaleras, al llegar al primer piso era imposible pensar que pronto todo el departamento estaría consumido completamente por las feroces llamas. Me acerque al mesón del conserje y con un pequeño golpe en este obtuve rápidamente su atención.
-Tome las llaves de mi departamento- saque las llaves de mi bolsillo y las deje sobre la mesa- haga lo que quiera con él, arriéndelo, véndalo o úselo para vivir, yo ya no lo quiero. Sin esperar respuesta salí de ahí en dirección a la calle, di media vuelta y dirigí mi mirada hacia la ventana que solía ser mía, para ver como una tímida línea de humo se escapaba por ella.

No me lo había planteado, pero sabía muy claramente cuál era la próxima atadura que tenía que deshacer.
Me alejé rápidamente del lugar, preferí no volver a mirar atrás, pero por la gente amontonada en la acera supuse que ya era evidente la presencia de fuego en el edificio.
No me sentía arrepentido, es más me sentía alivianado, como no me sentía hace mucho tiempo.
Abrí mi billetera para revisar cuánto dinero en efectivo tenia a mi disposición. Siete mil pesos, me bastaba y me sobraba para tomar un taxi hacia mi próximo destino.
Camine hasta la Alameda y me pare en una esquina esperando a que pasara un colectivo, divise uno a lo lejos, con vidrios polarizados y lo hice parar. Al subirme pude percatarme del fuerte olor a alcohol que había en el vehículo, preocupado abrí mi mochila para revisar si es que había sido mi botella de ron la que se pudo haber roto y haber producido ese terrible olor.
Fue entonces cuando note que el olor venia del chofer que a la una de la tarde trabajaba recogiendo pasajeros en estado de ebriedad.
-¿Hacia dónde se dirige?- el fuerte hedor de su aliento azoto mi cara, para luego ir a parar directo a mis pulmones, lo cual produjo en mi un rechazo absoluto.
-Voy a el barrio Bellavista, más allá le indico mejor las calles que tomaremos- traspase la navaja de mi mochila a mi bolsillo.
Lo que siguió del viaje fue bastante tranquilo, el conductor tenia puesta la radio y sonaba Arjona a un volumen moderado. Ya me había acostumbrado al olor del licor cuando el tipo saco un cigarro extraño y con un encendedor de esos caros lo prendió y comenzó a fumar.
-¿Podría por favor apagar el cigarro?- esto no tenia buena pinta pensé.
El conductor ignoro mi pregunta y subió el volumen de la radio.
Ahora sonaban Los Bunkers.
Voy caminando sin saber,
nada de ti,
ni siquiera el agua que rodea mis pies,
puedo sentir…

-¡Señor, le estoy hablando!- le dije casi gritando, pero él seguía ignorándome.
…tengo tantas cosas que decir,
que no puedo recordar,
pienso que es muy tarde para mi,
pienso que es momento de olvidarme ya de ti…
Lentamente metí mi mano en el bolsillo sacando silenciosamente la navaja, la abrí de esta misma manera y la posicione justo detrás del asiento del conductor. Le toque el hombro con mi mano desocupada fuertemente para llamar su atención.
-¿Me escucho señor?- me extrañaba que el hombre siguiera ignorándome.
Se volteo lentamente y me quedo mirando mientras esperábamos la luz verde. De su boca salió humo, mezclado con olor a alcohol que choco con mi cara y mis ojos.
…llueve sobre la ciudad,
porque te fuiste
ya no queda nada más…
Me eche rápidamente para atrás, me lloraron los ojos debido al humo que me arrojo el tipo.
Subí rápidamente la navaja y la posicione delante de su cuello, haciendo un poco de presión pero preocupándome de no hacerle ninguna herida.
Cuando se dio cuenta viro rápidamente a la derecha, pasando así encima de la vereda.
…llueve sobre la ciudad y
te perdiste junto a mi felicidad…
Paso por en medio de una plaza, atropellando peatones y rompiendo señales de tránsito, los gritos de la gente asustada se sintieron enseguida. Me afirme como pude, por supuesto sin retirar la navaja de su cuello y luchando contra los malditos movimientos del coche.
Cuando de repente pasamos sobre un bulto y el auto salto.
Fue entonces cuando sentí la caliente sangre caer por mis dedos, recorriendo mi brazo hasta llegar mi codo.
Fue entonces cuando me di cuenta que nadie conducía el automóvil.
…tengo tantas cosas que decir,
que no puedo recordar…
Un firme árbol ubicado en medio de la plaza detuvo el bólido que nadie conducía,  la gente curiosa y morbosa se acerco para ver quién era el responsable de más de tres personas atropelladas. Retire la navaja del cortado cuello del chofer que aun respiraba, miré mi brazo y estaba entero ensangrentado, limpie la navaja con mi pantalón y la guarde inmediatamente en mi mochila.
Me bajé del auto por la puerta que estaba a mi derecha, la cerré con particular fuerza y ahí estaba frente a mí, toda la gente ofreciendo ayuda, pensando que quizás yo era la victima del terrible accidente.
Se equivocaban, pues yo era el responsable.
Camine un par de pasos hasta la puerta del conductor y tire de la palanca para abrirla lentamente.
Una vez abierta el cuerpo rígido del borracho cayó inmediatamente a mis pies, quedando así al descubierto el inmenso tajo que sin querer yo le había hecho. Entonces la gente miro mi brazo cubierto de sangre y el corte del chofer. Una especie de mecanismo causa-consecuencia funciono en sus cabezas y me miraron con una cara extraña, su mirada me decía:
Asesino.
Y tenían razón, al fin y al cabo eso es lo que era.
Matar a un hombre en eso me convertía.
Hice a un lado lo que pensé que era el cadáver mientras la gente me preguntaba qué es lo que yo había hecho. Me subí y cerré fuertemente la puerta, eche a andar el motor y di marcha atrás, sin preocuparme si quiera de mirar el retrovisor. Volví a la calle, pase a primera y seguí hacia mi destino.
Y seguí hasta la casa de una persona en particular, que según yo era mi próxima atadura por deshacer.
Y seguí hacia casa de Lucia.


martes, 19 de marzo de 2013

El hombre que murió de sueño [Capitulo 4]


Bueno, quizás no fui de todo sincero con ustedes.
Al decir muerta, no es que Lucia haya sido asesinada, o sea para mi estaba muerta, pero hablando sin metáforas y técnicamente, ella seguía viva y por lo que pude ver, más viva que nunca.
Al día siguiente de la llamada de su padre salí a buscarla y no pude encontrarla.
Hasta que ella me encontró a mí.
Con una sonrisa que no era propia de ella.
Con una manera de vestir que no era propia de ella.
Y con alguien que no era yo.
Para mí eso era igual a que ella estuviera muerta.
Cuando entre sollozos fingidos, palabras irónicas y miradas de arrepentimiento me dijo que me había sido infiel no hice más que mirarla y asentir. Para mí era imposible creerle.
Y como me era imposible creer que me había sido infiel preferí matarla, en mi imaginación, por supuesto.
Y cuando logre creerle, mi mente imagino que la violaban, y además la habían matado.
Pero volvamos al vagón inundado de gente, en el cual aparecía la resucitada Lucia, la nueva Lucia, con una sonrisa de oreja a oreja y un parche con la bandera mapuche pegado en el bolso.
Me acerque muy lentamente, me pare cerca de ella con el solo objetivo de que me divisara, no la mire, no me detuve a saludarla, me posicione delante de ella y detrás de la puerta del vagón del metro. En el reflejo se veía claramente su mirada clavada en mi espalda. Mi orgullo estaba rebalsando, por lo tanto lo último que se cruzaría por mi mente era saludarla.
-Hola- dijo con voz seca y tímida.
El vagón se detiene y las puertas se abren.
Universidad Católica.
-¿Cómo estás?- pregunto fríamente sin voltearme, no necesitaba ver su cara, ver su reflejo era suficiente para mí.
Se acerco aun más esperando a que yo volteara.
-Igual que siempre- sus labios se separaban excesivamente al hablar, típico de ella.
Tocó levemente mi hombro, inconscientemente y sin quererlo me di vuelta, una chispa se produjo en nuestra mirada, una chispa sin nada que la convirtiera en fuego.
-Bien, un poco cansado pero es lo típico- mentí mientras miraba el mapa de estaciones en el metro.
El vagón se detiene y las puertas se abren.
Santa Lucia.
Que irónica es la vida.
-Ahh, que bueno. ¿Y qué onda, algún plan para esta noche?
Sentí su mirada recorrer toda mi cara, primero mis ojos, clavo su vista en ellos y quede completamente al descubierto. Seguido de esto se dedico a recorrer el resto de mi rostro, mi cutis con severas marcas de haber sufrido un ataque de espinillas en mi juventud, mi barba que no estaba muy crecida pero aun así se notaba que llevaba dos días sin afeitar y por ultimo mis labios, que llevaban meses sin besar a nadie.
-La verdad es que si- empecé a sentir la humedad de mis axilas.
El vagón se detiene y las puertas se abren.
Universidad de Chile.
-¿Y eso?- preguntó- yo pensaba que te había enseñado a no hacer planes.
-No no, pero no es uno de esos planes que se hacen con meses de anticipación- me pausé un momento para tomar aire- es de esos planes de segundos.
-Pero al fin y al cabo, es un plan- su voz coqueta produjo algo extraño en mi- es malo planear.
Entonces sentí compasión por ella.
Entonces afloro por ella un sentimiento extraño, una especie obsesión que creí superar, unas ganas de estar con ella y hacer las cosas que hacíamos antes.
 Es cuando me replanteo si aun la amo.
-Bueno si, es un plan- introduje lentamente mi mano en mi bolsillo- ¿Quieres saberlo?
Sus ojos se iluminaron, supo captar la falsa esperanza que proyecté de los míos.
-Bueno- repaso con cautela lo que diré.
El vagón se detiene y las puertas se abren.
Moneda.
-Mi plan es estar lejos de ti - la mire por última vez y rápidamente me baje del vagón, como este tenía aire acondicionado sentí en mi rostro y en mi cuerpo el vapor humano.
Creo que la amo.
Camine rápidamente hasta las escaleras del andén, me cuestione muchas veces lo que había hecho, llegue incluso a pensar que era necesario alcanzar a Lucia para ofrecerle unas disculpas, pero con mi pecho inflado en orgullo era imposible.

Entonces descubrí que la amaba y la odiaba al mismo tiempo.
La maté por segunda vez en el mismo año, metafóricamente hablando, claro.
Aunque relampagueantemente nació mi deseo de matarla en serio.

Subí las escaleras de mi departamento, eran las diez con veinte minutos y yo no tenía nada de sueño. Al acostarme repase cuidadosamente lo que había sido mi día, definitivamente fue un día lleno de emociones extrañas, de emociones nuevas que mis locas venas habían olvidado que existían. Definitivamente tenía que vivir más así.

Doce en punto y una tonta mosca intenta salir de mi cuarto, solo logra chocar innumerables veces contra mi sucia ventana.
Doce y cuarto y me sentí con la necesidad de llamarla, tome celular y lentamente busque su nombre en el directorio telefónico y marque.
Inmediatamente corte y arroje el teléfono lo más lejos posible.
Definitivamente los celulares no son el problema, el problema es la gente.
Definitivamente el problema no es ella, el problema soy yo.

Una de la mañana y aun no logro dormir, alargo mis manos hacia el despertador y lo desconecto. Mañana es lunes, pero no me importa no pienso ir a trabajar, mañana será un día distinto, mañana será para mí un nuevo comienzo por así decirlo.
Mañana será el principio del fin.
Mañana será el principio de mi ansiado fin.

Cinco con doce minutos y Morfeo recién se acuerda de mí, el sueño me invade y mi cerebro ansia con muchas ganas que sea luego un nuevo día, que sea por fin mi día.



domingo, 17 de marzo de 2013

El hombre que murió de sueño [Capitulo 3]


Once de la noche y un par de minutos.
Yo debería estar durmiendo, descansando…
Pero aquí estoy, cuestionándome lo incuestionable, una especie de imán de polos opuestos separa mis parpados e impide que se cierren. Mi mente, mi estúpida mente enferma que aun siendo de noche sigue trabajando y elaborando distintos pensamientos que a estas horas distan de ser productivos.
Me incorpore de un salto en la cama, quede sentado y mirando la cortina que hace unas horas atrás estaba atravesada por un tenue luz. Ahora todo era oscuridad, todo era soledad, todo era insomnio.
Es difícil definir el insomnio en sí. No es la falta de sueño, tampoco es la presencia de molestos pensamientos nocturnos. Insomnio es tener una vida tan vacía, que cuando llega la noche no estás cansado, entonces no necesitas dormir.
Con Lucia no tenía problemas para dormir, cuando ella estaba viva, claro.
Hace unos dos meses más o menos no necesitaba pastillas para dormir, porque la tenía a ella, no necesitaba anti-depresivos, porque tenía sus besos, no necesitaba llorar, su mirada me calmaba.

¿Qué cómo murió?
A eso de las once de la noche recibo una llamada de su padre, atontado respondo el teléfono y espero que el hable primero.
-¿Aló?- su voz parecía preocupada y desconfiada, como siempre.
-¿Si, necesita algo?- pregunté.
-La Lucia- su voz estaba más agitada que de costumbre- ¿está ahí contigo?
Me estremecí levemente. Es que uno se da cuenta cuando va a quedar la grande o algo anda mal.
-A la Lucia no la veo desde ayer- me  pause un poco para recordar si es que sabía algo de su paradero.
Solo escuche un suspiro y el teléfono se corto.
Yo sabía que él no estaba molestando como solía hacerlo siempre, sacándome en cara que mi trabajo era mediocre o que según él la Lucia se iba a perder conmigo.
Entonces llego a la conclusión que mi insomnio es debido a ella.
Pero no quiero echarle la culpa, es una muerta, no tiene importancia.
Doce de la noche con cinco minutos.
Yo debería estar durmiendo, descansando…
¿Pero descansando de qué?
¿De un día totalmente perdido?
¿De pensamientos nocturnos poco productivos?

La noche paso de ser señal de descanso a ser un espacio para que las auto-flagelaciones se apoderaran sin piedad de mi endeble cuerpo acostado entre sabanas, devoran mi mente cansada que solo aclama un poco de sueño.

Pasemos a cuando estaba llegando a la casa de mi hermano.
Era fácil advertir que era su casa. El hijo menor. Triunfante de la vida, con un auto nuevo cada año, una casa de dos pisos ubicada en La Reina, una familia compuesta por una hija y una esposa ingeniera.
Para el todo es tan perfecto que me da repugnancia y porque no un poco de mareo.
Me pare en frente del portón, tenía un leve estilo a vintage, busque inquieto el timbre, lo presione más o menos dos veces para cerciorarme de que se haya escuchado.
Se sintió un leve ajetreo dentro de la casa, una cara se asomaba por la cortina, buscando a responsable de haber hecho sonar el timbre.
De par en par se abrió la puerta y salió mi hermano con una cosa que al principio parecía un ratón, al cabo de un rato me di cuenta que era un chiguagua. Se acerco, abrió la puerta y amablemente me invito a pasar.
-¿Dónde dejaste el auto?- me pregunto mientras miraba hacia la calle buscándolo.
No respondí, sabía que me estaba molestando, como siempre lo hacía.
El perro me empezó a oler y después de eso no me molesto más, pase y un extraño olor a incienso inundó mis pulmones, al principio sentí un poco de rechazo, pero luego de un rato me acostumbre.
Casi corriendo de la cocina, con un delantal que aun tenia la etiqueta puesta sale lo que supongo que sería la esposa de mi hermano. Con unas curvas despampanantes y una nariz que no recuerdo que fuera así la última vez que la vi, resultado de más de una cirugía plástica. Se acerco como inspeccionándome, pensando que porque tenía puesta una polera tan desteñida o quizás cuestionándose que no fuera un vagabundo y no el hermano de su marido.
-Qué bueno que hayas venido, pasa, estás en tu casa- trató de esconder el sarcasmo detrás de una falsa sonrisa, pero como es lógico no le funciono.
Yo sin siquiera mirarle los ojos me adentre más aun dentro de esa casa, hasta llegar a una mesa muy adornada.
-¿Dónde dejó el auto?- le pregunto Marcela a mi hermano.
Sentí el gesto de hacer silencio.
Me invitaron a tomar asiento, así que eso hice, luego de un rato de desagradable conversación llamaron a su hija para que bajara a cenar con nosotros.
Fernanda tenía 15 años y parecía de 21, llena de maquillaje, lápiz labial en exceso, sostenes con relleno y ropas que según mi opinión ni si quiera una prostituta usaría.
Me quedo mirando, inspeccionándome, preguntándose porque no estaba en el súper-mercado envolviendo mercadería.
-¿Y qué tal va el trabajo?- pregunta Marcela mientras me sirve un plato con guiso de zapallo italiano.
Estaba por responder cuando veo que la pregunta no era para mí.
-Bien, hoy despedí a cinco empleados de informática- su voz parecía orgullosa- estaban pidiendo a gritos que los echaran así que yo solo les di en el gusto- un trozo de guiso salto de su boca y dio a parar de nuevo al plato.
Fernanda mira con asco el plato de comida.

Trague rápidamente para aprovechar el silencio.
-Allá en la inmobiliaria las cosas están re complicadas también- me pausé para seguir- el otro día me llamaron para…
Interrupción.
-Fernanda no has tocado tu guiso- Marcela parecía tener voz de mamá enojada- empieza a comer, no vas a hacer show ahora. ¿O sí?
Completo silencio, espere que alguien me preguntara o me invitara a seguir hablando, pero nada.
Fernanda fue sacando pedazos de zapallo italiano y dejándolos en un pedazo de servilleta sin que nadie se diera cuenta.
-¿Y has conseguido polola nueva?- pregunto Marcela mientras servía bebida.
-No, no está dentro de mis planes aun- respondí secamente.
Fernanda saco el celular y se puso a teclear como enferma mental.
-No me gustaba la anterior. ¿Lucia?, no me acuerdo muy bien como se llamaba, pero nunca tuvo buena pinta para mí.
Fernanda se paro y volvió con un control remoto, seguido de eso prendió la tele.
Silencio, es que no sabía que responder.
El perro chiguagua se orino en el sillón, pero como todos miraban la televisión nadie se percato de aquello.

Así paso casi una hora de incomodidades en una familia que por fuera parecía perfecta, pero cuando uno la veía de adentro de daba cuenta que estaba desarmándose lenta y dolorosamente.
Con una hija que tenia mas futuro de prostituta que de cualquier otra cosa.
Un perro que parecía ratón.
Una mujer tapada en cirugías.
Y por ultimo un hombre que lo tenía todo, pero a la vez no tenía nada.
Me despedí de ellos educadamente y me fui a eso de las nueve con veinte minutos, con el pretexto de que hoy por ser domingo cerraban el metro una hora más temprano.

Estación Baquedano y cambio de gente en el metro.
Apelotonada la gente salía del vagón para así dar paso a nuevos pasajeros.
De entre los pasajeros me pareció ver un pelo de mujer que era conocido, mi mirada curiosa se dirigió a ella con un bolso color crema, esta se dio vuelta y nuestras miradas se cruzaron sin que ella lo percatara.
Del mundo de los muertos, del maldito infierno venia para atormentarme.
No le bastaba con estar muerta.

Era Lucia que resucitaba en la estación Baquedano.



sábado, 16 de marzo de 2013

El ultimo gran show [Micro-cuento]

Simplemente así me sentía... Anonadado.
No podía creer la decisión que había tomado el rey, era obvio que ni siquiera se había imaginado de las consecuencias que esta tendría sobre mi y claro, sobre todo el reino. 
Eran las seis de la tarde y el sol se colaba decididamente por las cortinas de mi habitación. Digo "mi habitación", pero no era así, era solo la habitación que el rey había designado para que yo usara. Me levante de mi cama y el dolor de espalda se hizo notar inmediatamente, el tiempo caía como un rayo sobre mi cansada columna vertebral, tan fuerte que produjo un diminuto eco. Camine hacia la puerta de roble, la misma puerta que  había cruzado sin ninguna preocupación. Hoy la historia cambiaba. Salí al pasillo y estaba desierto, ni una sola alma merodeaba por ahí a esas horas. Camine lentamente, mi única compañía era la mirada antigua de los cuadros empolvados que yacían en las paredes del castillo. Seguí por la vieja alfombra roja hasta llegar a la puerta que daba al patio real, esta se abrió con un pequeño empujón y dejo al descubierto a la muchedumbre que ansiosa esperaba que el espectáculo comenzara. Atravesé el dintel de la puerta con decisión y solo un pensamiento rebotaba en las paredes de mi cabeza: "Debo darles un buen show". Camine lentamente en dirección a la elaborada plataforma de madera que estaba situada en medio de la plaza real . Los gritos y aplausos de la gente se colaban coquetos por mis poros, ingresando a mis venas y luego dirigiéndose a mi sistema hormonal, conviertiendose ahí en adrenalina pura. Fue entonces cuando la vi... Colgada, esperándome  hermosa y peligrosa. Subí la plataforma de madera quedando así justo en frente de ella y estábamos listos para dar comienzo al show. Sentí su brusca caricia en mi cuello y al mismo tiempo los gritos y el alardeo de la gente aumentaron de manera considerable. ¿Y como no emocionarse? 
En toda mi vida de bufón nunca había podido hacer un buen show, era por esta misma razón que el rey me había mandado a ahorcar.
Ahora es mi oportunidad para dar mi ultimo gran show.