viernes, 29 de marzo de 2013

El hombre que murió de sueño [Capitulo 6]


Cuatro de las tarde y yo transitaba las concurridas y cochinas calles de Santiago.
Cuatro de la tarde y mi brazo estaba lleno de sangre seca.
Cuatro y cuarto y me faltaban un par de cuadras para llegar a casa de Lucia.
Hay algo de Santiago que siempre me ha llamado la atención, es ese extraño placer que siente la gente por cruzar con luz roja o esa extraña pasión que tienen los santiaguinos por comprar, comprar y comprar.
Dije tienen porque yo no hago eso y es que en verdad nunca me apasiono la idea de ir de compras o gastar innumerables montos de dinero para sentir felicidad, yo sentía felicidad con otras cosas, cuando sentía felicidad claro.

La gente comete el error de pensar que la felicidad es un sentimiento de larga duración, tratan de ser felices las veinticuatro horas del día y no se dan cuenta de la importancia de las otras emociones.
Yo aprendí que la felicidad no es más que pequeñas instancias repartidas a lo largo de nuestras vidas, si no las sabemos disfrutar entonces se van y pasar desapercibidas para nosotros.
Estacione el chocado auto a una cuadra de mi destino, me baje y trate de esconder la mayoría de las cosas del chofer, cerré la puerta y me encamine hacia mi próxima parada.
¿Con qué pretexto tocaría la puerta de Lucia?
Con una mano ensangrentada no creo que me invite a pasar así como así no más, es más, con mi último veredicto dado en el metro dudo aun más que me haga pasar.
Pero una parte de mi sabia que para ella sería imposible decirme que no.
Me pare enfrente a la puerta de la cual yo antes tenía llaves y entraba cuando se me daba la gana, ahora no era más que otra puerta que debía tocar para que se abriera.
Toc, toc.

La puerta se abrió y quede frente a frente con un tipo que definitivamente no era Lucia. 
-¿Qué necesitas?- su mirada se dirigió enseguida a mi brazo lleno de sangre.
-Ando buscando a la Lucia- estire mi cuello para mirar hacia adentro- ¿Estará por ahí?
-Sí, pasa mientras la llamo- y con un ademan me invito a pasar.
Que irónica es la vida, hace unos meses yo era el que hacía pasar a las visitas.
Al entrar lo primero que veo es un hermoso florero con extraños diseños y letras japonesas, deberé suponer entonces que el jarrón es de alguna dinastía Asiática.
Además del jarrón el orden de la casa no ha cambiado para nada, los muebles están ubicados de la misma desordenada forma que meses atrás decidimos ordenar con Lucia, la tele seguía empolvada y apagada, como según nosotros tenía que estar y de las tres ampolletas que tenia la lámpara solo dos funcionaron.
-Toma, para que te limpies- me dijo el Tipo X mientras me pasaba unas servilletas húmedas.
Quizás espero a que yo le diera las gracias, se equivocó.
-Espérame aquí mientras te voy a buscar a la Lucia, no debe tardar en salir de su pieza- dijo mientras se adentraba en los pasillos de la inmensa casa.
Mientras esperaba no hice más que admirar de una manera increíble el jarrón de la dinastía Asiática, bueno no sé si era de esa dinastía, pero como tenia escrituras japonesas o chinas yo supuse eso. Era impecable, con una especie de bordadura de oro que lo recorrió por completo, unas letras hechas a pulso, que desde lejos se veían tan perfectas como si una maquina las hubiese hecho.
Cuando por la puerta de una pieza se asomo el Tipo X.
-Disculpa, ¿Cuál es tu nombre?
Vacile un momento, ahora la cosa se ponía un tanto difícil como para mentir, así que decidí recurrir a la honradez.
-Alex- dije con voz fuerte para que Lucia me escuchara- mi nombre es Alex.
Y seguí admirando el jarrón.
Se escucharon muchos rumores en la habitación.
El Tipo X se acerco rápida y violentamente y me encaro, es obvio que Lucia le había dicho quien era yo.
El jarrón es precioso.
-Sale enseguida de la casa de Lucia, o te las vas a ver conmigo- pude ver sus fogosos ojos buscando pleito.
Cuando salió Lucia y el Tipo X se dio vuelta para atender sus palabras.
-Alex, por favor no hagas esto más difícil- dijo mientras yo tomaba el jarrón en mis manos.
El jarrón en mis manos también se veía precioso.
La cara de Lucia se desfiguraba cuando estaba a punto de colisionarlo con la cabeza del Tipo X.
El jarrón se veía aun más hermoso cuando estaba cerca de su cabeza.
Un grito desgarrador me indicaba que lo estaba haciendo bien.
El florero no se veía tan lindo cuando estaba roto y con pedazos de cuero cabelludo ensangrentado del Tipo X. Su cuerpo cayo enseguida, y las piezas de lo que fue un lindo jarrón se desplomaron por todo el suelo del living.
Mire a Lucia y estaba un tanto asustada, es que ella sabía que era su turno de pagar, tarde o temprano el karma te agarra y cuando lo hace te hace pagar por todos tus malos actos, hoy yo me creía karma. Corrió hacia su pieza y se encerró con seguro, tire al suelo los restos del jarrón que quedaron en mi mano luego de impactarlo con la cabeza del Tipo X y fui hasta la puerta para intentar hacer que saliera. Me pare enfrente y pegue la oreja a la helada madera, solo pude escuchar sollozos entre cortados, además pude sentir como el miedo se le escapaba por los poros.
-Lucia- me detuve y seguí rápidamente- no hagas esto más difícil de lo que es para mí.
La ironía abundaba en mi voz, ella sabía que era hora de pagar.
-¡¿Qué le hiciste al Matías?!- su voz llena de miedo daba un poco de lastima.
El Tipo X se llamaba Matías, interesante.
-Lo mismo que tú me hiciste a mi- dije gritando- ahora abre la puerta, enfrenta el karma.
Golpee innumerablemente veces la puerta, primero despacio y ya al final con grandes golpes de puño, es que mi paciencia se estaba agotando y además tenía un poco de hambre.
-¡Lucia abre por la mierda!- ya me dolía un poco el puño de tanto golpear.
Ahora es cuando debo aclarar que mi intención no era matarla, ni menos violarla, solo quería hablarle y torturarla sicológicamente. Mi principal idea era hacerle pasar un mal rato, que esto fuera un amargo trago, pero no más que eso.
Así que si pensaron que mataría a Lucia lamento decirles que los decepcionaré. O sea Lucía ya estaba muerta para mí.
Entonces por mi mente se cruzo una idea bastante infantil, pero no por ser infantil dejaba de ser efectiva, era lo que todo joven rebosante en hormonas quería hacer, derribar la puerta con una patada. Me aleje unos metros para tomar impulso y grite:
-¡Voy a botar la puerta, cuidado Lucia aléjate!
Y azote la planta de mi pie contra la puerta con mucha fuerza, seguido de un crujido bastante molesto para mis oídos la puerta cedió rápidamente, me acerque y entre a la espaciosa pieza de Lucia, el mismo lugar donde hace unos meses yo había estado revolcándome de amor junto a ella.
-Aléjate de mí- me dijo entre su llanto, mientras sostenía un cuchillo mantequillero.
Y ahora cree que soy mantequilla, pensé, mientras me acercaba y una sonrisa se dibujaba en mi rostro. Yo creo que para ella era difícil entender que yo solo quería hablar.
-Lucia, no hay necesidad de hacernos daño- me acerque a la cama para sentarme en ella- yo solo quiero hablar un poco.
Nunca había visto una mirada tan extrañada en mi vida, la verdad me pareció un poco graciosa.
-Dije que te alejaras de mi enfermo de mierda- sostuvo el cuchillo con aun más fuertemente.
No entiendo como puede ser tan difícil entablar una conversación.
Me puse de pie y me encamine hacia ella, temblaba de una manera impresionante, le era imposible sostener fijo el cuchillo. Yo sabía que no me haría nada. Una vez cerca de ella estire la mano y le arrebate violentamente el cuchillo, seguido de esto ella agarro una almohada y se la puso sobre su cabeza, como para protegerse de algo, creo que pensaba que le quería hacer daño.
-De nosotros depende que esto no termine en tragedia- mi voz tierna parecía calmarla un poco.
-¿Entonces qué quieres, no te basto con matar a Matías?- me pregunto casi gritando.
-Yo no he matado a nadie- respondí casi al instante- solo quiero conversar un poco contigo y que admitas lo que nunca has admitido, vengo a actuar de karma, quiero hacerte pasar el mismo dolor sicológico que tú me hiciste pasar- le expliqué.
-Ah. ¿Y tú crees que eres el indicado para ese trabajo?- me pregunto, clavando sus ojos como puñales en los míos.
Jaque mate.
Creo que la amo.
-No eres quien para venir a mi casa e irrumpir de la manera que los hiciste, voy a llamar al tiro a los carabineros, no te vas a arrancar de esta Alex- dejo de mirarme pero continuo hablando- ya no eres el mismo que yo conocí, has cambiado tanto, el viejo Alex murió para mí con esto que acabas de hacer hoy.
-Tú mataste al viejo Alex cuando le fuiste infiel, tú mataste al viejo Alex cuando lo dejaste solo e inflado de amor y esperanzas.
Al fin estábamos hablando lo que nunca pudimos hablar antes, tratando temas que desde meses me tenían preocupado.
Cuando de repente vi algo extraño en su cara, se ilumino por completo e intento ocultar una sonrisa, es como si hubiese visto algo que la hubiese alegrado o tal vez relajado.
¡PUM!
 Un fuerte estruendo seguido de un inmenso dolor en la canilla de mi pierna derecha, solté inmediatamente el cuchillo y lo deje caer a los pies de Lucia, dirigí ambas manos hacia el lugar donde había sentido el dolor, me toque y me dolió aun más, mire mis manos y estaban llenas de sangre fresca. Me arroje al suelo dando un fuerte grito que seguramente la estremeció, voltee lentamente y haciendo mucho esfuerzo, fue entonces cuando lo vi, parado en el dintel de la puerta, o de lo que quedaba de puerta luego de mi escandalosa patada.
Era el Tipo X, o mejor dicho Matías sosteniendo una pistola semiautomática.
Me había disparado.


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