miércoles, 3 de abril de 2013

El hombre que murió de sueño [Capitulo 7]


La verdad es que nunca antes había recibido un disparo. Era una sensación muy dolorosa y confusa, es como si a uno le atropellaran la pierna con una aplanadora, rompiendo así el hueso.
Yo creo que la bala se me había incrustado.
Fue entonces cuando sentí la caliente sangre llena de rabia recorrer todo mi cuerpo a través de mis venas, sentí el enojo al máximo, junte mis dientes y lo mire fríamente.
Me estaba apuntando fijamente a la cabeza.
-Quédate ahí hueón, te mueves un poco y te hago volar los sesos- tenía más miedo que yo.
-¡Matías!- grito Lucia mientras corría en dirección a él- ¿Estás bien?
Que pregunta más estúpida.
Se abrazaron y luego ella le inspecciono su herida en la cabeza, la herida que yo le había efectuado con el hermoso jarrón. Era una pena que un jarrón así se perdiera.
-Me duele mucho la cabeza- su voz dejo aun más al descubierto el miedo que sentía- anda al living y llama al tiro a los carabineros.
Y fue esa idea la que no me gusto.
Se quedo mirando como Lucia se alejaba en dirección al teléfono y bajo el arma, se despreocupo, me dio una chance. Me pare rápidamente y me abalance de un salto sobre él, chocamos contra la pared y el arma semiautomática se disparo contra el techo color azul. Empezamos un eterno forcejeo por tratar de tomar el arma, el que le quitaba el arma al otro ganaba, el juego era bastante simple.
Tuve que jugar sucio para ganar, con mi rodilla revente fuertemente sus testículos, Matías grito fuertemente y seguido de eso dejo caer el arma a mis pies. Aun lo tenía agarrado cuando me agache para recogerla, solo centímetros separaban mis dedos de la opaca pistola, cuando su pie la pateó en dirección a Lucia, quedando así justo entre sus piernas, luego Matías me agarro del cuello y comenzó a golpearme en el estomago.
Ahora el juego tenía tres participantes.
-¡Dispárale!- le ordena Matías, mientras me golpea fuertemente.
Lucia no dice nada, solo apunta hacia mí el arma y llora, llora de una manera exagerada, como si alguien fuera a morir.
Pero yo sabía que ella no dispararía.
Seguíamos forcejeando con Matías, yo le golpeaba tres veces en el estomago y dos en el rostro y enseguida el me devolvía de la misma manera los golpes, así como íbamos teníamos para mucho rato.
-¡Dispárale por la chucha!- dijo Matías mientras una de sus muelas volaba lentamente en dirección al suelo.
Lucia seguía llorando y apuntándome, dude si es que vacilaría en dispararme.
Agarre del cuello a Matías, lo hice dar media vuelta, entonces hicimos un cambio de posiciones muy rápido, yo quede donde estaba el y el quedo donde estaba yo, iba a golpear su estomago nuevamente cuando de repente ocurrió lo impensable.
¡PUM!
Pude ver como en cámara lenta la bala atravesaba lenta y quirúrgicamente la cabeza de Matías.
Los sesos salieron disparados de su cráneo, fueron a parar al suelo y otro resto quedo pegado  en el techo que segundos antes era color azul cielo.
Y mi polera quedo empapada en sangre.
Y el cuerpo muerto de Matías cayó al suelo junto con la pistola que sostenía Lucia.
Lo que siguió fue bastante confuso para mi, al azotarse en el suelo lo que quedaba de su cabeza se golpeó, el sonido que hizo fue parecido a cuando se rompe una sandía.
Como es de esperar Lucia lloro, gritó, se agarraba el pelo y seguía gritando con mucha más fuerza.
Ya había matado a dos de sus pololos.
A mi metafóricamente hablando y a Matías con una bala en la cabeza.
Lucia seguía gritando mientras yo lentamente me acerque para tomar la pistola que estaba debajo de sus pies, ella no movió ni un solo pelo, su cara demostraba todo el impacto que había sentido. Tome la pistola y me la guarde en el pantalón, luego mire el cadáver inerte del Tipo X y dirigí mi mirada a Lucia.
-Está muerto- quería intentar hacer reaccionar a Lucia.
Pero ella seguía con la vista perdida en un punto que no pude encontrar, es como si estuviera mirando un abismo infinito, la oscuridad, el miedo y la pena se veían reflejados en sus ojos.
La agarre de un hombro y seguía sin mirarme.
Le apunte con la pistola y seguía sin mirarme.
Entonces agarre de las piernas a Matías y lo arrastre hasta la cocina, dejando así un camino de sangre, entre a la cocina y recordé donde era que Lucia guardaba las bolsas grandes para la basura, abrí el cajón y saque una. El cuerpo de Matías era bastante pesado, así que me costó bastante meterlo dentro de la bolsa.
La blanca baldosa de la cocina ahora estaba con grandes manchones de roja y fría sangre.
Fui hacia mi mochila esquivando del suelo los trozos de ceso y pedazos de lo que quedaba del jarrón. Abrí la mochila y saque la botella de ron y unos fósforos y me devolví a la cocina.
-¿Qué vas a hacer?- pregunto Lucia. Qué bueno que al fin haya reaccionado.
-No lo sé, seguramente algo estúpido y peligroso- ni si quiera voltee para hablarle.
Sentía su mirada clavada en mi espalda, sentía su ira y sabia que me culparía a mi por la muerte de su pololo.
Rápidamente me adentre en la cocina, abrí la botella de ron y lentamente empecé a empapar la bolsa negra con el caro licor que un par de días atrás había usado para tragar mis pastillas. No use toda la botella, solo lo necesario, la tapé la deje encima de un mueble blanco. Hurgue en mi bolsillo buscando la cajetilla de fósforos marca Copihue, la saque y pensé bien cuales serian mis siguientes pasos.
No podía cometer ningún error.
Tenía que pensar bien que era lo que quería hacer de ahora en adelante.
No tenia casa.
Estaba involucrado en dos asesinatos.
Deje los fósforos al lado de la botella de ron y fui al lugar donde estaba Lucia, no se había movido ni un centímetro de donde la había visto la última vez.
-¿Qué vamos a hacer ahora?- dije mientras caminaba hacia ella.
-Algo loco y estúpido seguramente- respondió, mientras se ponía lentamente de pie.
Creo que la amo.
-Ven, me dijo mientras volvía a entrar a su pieza- cámbiate esa polera, tenemos que irnos rápido de acá.
Buscó rápidamente en el pequeño closet, hasta encontrar una polera color crema con unas letras sin sentido en la espalda, era una de las poleras que había dejado en su casa y nunca se la pedí de vuelta.
-¿Lo quemo?-le pregunte mientras me cambiaba la polera.
Su mirada me lo dijo todo.
Una vez con la polera cambiada volví a la cocina, tome los fósforos y prendí uno, rápidamente lo arroje sobre la bolsa que contenía el cadáver. Lentamente el fuego comenzó a recorrer a Matías, el olor a plástico quemado salió enseguida y poco a poco empezó a consumirse.
Salí de la cocina y cerré la puerta con llave, sé que no servía de mucho, pero aun así lo hice.
Ahora es cuando mi futuro se tornaba muy incierto, no sabía que sería de mi, donde iría, de que vivirá, con todo esto seguramente lo mejor era irse lo más lejos posible.
Quizás salir de Santiago.
Quizás salir de Chile.
Sonaba exagerado, pero ahora no veo ninguna otra opción.
Agarre a Lucia del brazo, tome mi mochila y salimos rápidamente de su casa, una vez afuera nos miramos y ella me abrazo fuertemente, en su abrazo me transmitió muchas cosas, un poco de amor tal vez, pena, susto y mucho, pero mucho odio.
-Toma las llaves de mi auto y vámonos a algún lado, no me importa donde, pero lejos de acá- dijo mientras me tiraba las llaves del Kia Soul color verde limón.
Pip pip.
Retire el seguro y abrí la puerta, del auto salió un olor a desodorante de pino, subí mientras Lucia hacia lo mismo, introduje la llave y eche a andar el motor.
-¿Hacia dónde conduzco?- le pregunte mientras marcha atrás salía de su jardín.
-Lejos de aquí- dijo poniéndose los lentes de sol.
-Lucia, enserio. ¿A dónde?- ya me estaba empezando a molestar su actitud.
-¡No sé, no sé, no sé!- su voz ya no estaba calmada, es más estaba gritando mientras se golpeaba los muslos.
Cada vez me molestaba más su actitud, frene fuertemente y me quede mirándola.
-Haber Lucia, no hay tiempo para esas cosas de ponerse nervioso, te recuerdo que la que mato aquí eres tú, así que anda pensando en un plan para ver cómo nos podernos librar de todo esto.
Se quedo callada por unos minutos y enseguida habló.
-Vamos para el sur, el paso Libertadores, nos vamos para Argentina, en alguna Pronto Copec pasamos a comprar las cosas necesarias.
Lucia planeando algo, definitivamente la vida es una ironía.
La vida nunca te deja ser la persona que tú quieres ser, siempre te obliga a cambiar, a adaptarte para poder sobrevivir.
El reloj marcaba las seis en punto y en todo el trayecto no habíamos hablado ni una sola palabra con Lucia. 
¿Sera que estoy viajando con una muerta?
Seis con cuarenta y llegamos a la carretera que nos llevaría hasta nuestro destino, miré mi billetera y solo tenía cuatro mil pesos, era de vital importancia pasar a un cajero antes de llegar a algún peaje.
Entonces Lucia prendió la radio.
“lo que parecía ser una tranquila tarde de lunes se convirtió en una laboriosa jornada para dos cuerpos de bomberos, uno en Santiago centro y otro cerca del  barrio Bellavista… también carabineros está investigando lo que podría ser un posible asesinato de un taxista en una plaza cerca del lugar del primer siniestro. Con una foto tomada por un teléfono celular peritos está intentando identificar al joven responsable de este incidente… ¿Podrán estar relacionados estos incendios con este posible asesinato? Quédese atento a las noticias en Bio Bio, la radio…”
La cosa se empezaba a poner interesante.
Sentí la adrenalina correr por mis venas y pise a fondo el acelerador.



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