martes, 6 de noviembre de 2018

Cazador cazado

Cuando el ocaso despoja las calles de toda luz
y solo se escucha el bramido de los buses por la Alameda,
una figura emerge desde quién sabe dónde.
Tiene ambas manos escondidas en los bolsillos,
una capucha y pasear decidido,
su mirada va atenta, planificando una cacería nocturna.

Consciente de su habilidad,
deambula confidente
y en las cuadras de toda su vida
establece su zona de caza.
No quiere arriesgar más de la cuenta:
Lo suyo no es diversión, es deporte.

Al ver una muchacha de paso nervioso
se encienden sus sensores;
no hay mejor llamado anzuelo para su presa 
que el eco que producen los tacones.
Ahora mira con atención cada esquina,
buscando algún animal que se tiente
con el suave perfume que acaricia el ambiente.

Se distancia de la joven, 
no busca asustarla ni dañarla,
tampoco está ahí para protegerla,
y cuando se presenta su primer candidato
se sonríe de oreja a oreja.

Usualmente, 
una mirada es suficiente,
con eso se le confiesan:
Es una confesión sin culpa,
llena de dominación.

Pasos más adelante,
en un zaguán empolvado
el animal salvaje asecha,
listo para lanzar su ataque:
“Guachita rica, ¡qué hace tan solita!”.
El grito resuena desde la oscuridad
ese grito es su zarpazo más feroz,
que corona con una rancia risa.

La mujer
ahora consternada 
apura el paso
y el acosador sonríe.

Cree que es cazador, pero realmente
es una presa fácil.

Quedan entonces
cara a cara
el acosador mirando la nada
buscando algún gesto de aprobación 
en la figura que lo contempla.

Solo está esa profunda punzada
llena de furia,
que deja a la presa totalmente al descubierto:
Sus entrañas vacías,
los gusanos que saltan del cráneo
y su mentalidad de hiena carroñera.

Esos dos ojos bajo la capucha
sostienen en el aire a su presa,
que ahora se retuerce patéticamente.
Luego de un rato, 
siguiendo las reglas de la caza deportiva,
el cazador la deja ir.

La humillación mueve el cuerpo
de la presa alicaída,
mientras la figura oscura,
puños apretados en los bolsillos,
se aleja silenciosa
se hace otra vez una con las sombras. -

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