sábado, 13 de abril de 2013

El hombre que murió de sueño [Capitulo 8]


La gente comete el error de pensar que la felicidad es un sentimiento de larga duración, tratan de ser felices las veinticuatro horas del día y no se dan cuenta de la importancia de las otras emociones.

Aprendí que la felicidad no son más que pequeñas instancias repartidas a lo largo de nuestras vidas,  las que debemos saber disfrutar y no permitir que pasen desapercibidas.


Inmediatamente Lucia me miro y empezó a hacer molestas preguntas sobre que significaba el otro incendio y si yo tenía algo que ver con el supuesto asesinato. No hice más que guardar silencio y pensar en cómo me iba a zafar de esta, quizás no había salida, no soy un tipo que este acostumbrado a este tipo de emociones, creo que deberé adaptarme.
-Alex, respóndeme por favor- Lucia parecía molesta.
-Sí, yo tengo todo que ver con todos los demás incidentes- seguí acelerando- ¿Y qué?, aun no tienen como comprobar que fui yo.
-¡Tienen una foto tuya!- dijo mientras bajaba el volumen de la radio.
-Pero aun así no tienen como saber mi paradero actual- me detuve un momento- mejor dicho, nuestro paradero actual, te recuerdo que también te buscaran a ti por el asesinato del Tipo X.
-¿Tipo X?- preguntó enseguida. Creo que me había equivocado.
-Quise decir Matías.
Había “metido la pata”. 
Seguimos por el inicio de la carretera buscando algún lugar con cajero para sacar dinero, hasta que encontramos una pronto copec, situada cerca del terminal Pajaritos. Manejé hasta el lugar de minusválidos y estacioné, ahora por fin podía usarlo sin sentirme culpable, mi pie me dolía un montón.
Me baje lentamente mirando de un lado a otro buscando algo que me pareciera sospechoso, no vi nada.
Cerré la puerta y enseguida presione el botón para activar la alarma del auto.
Pip pip.
Entre al negocio y en la cara me golpeó una brisa fría, era el aire acondicionado, que molesto, pensé, ahora era probable que me agarrara un resfriado. La gente enseguida se puso a mirar mi ensangrentado pantalón, fue un grave error no haberle pedido a Lucia otros para cambiármelos como lo había hecho con la polera. Me acerque al cajero mientras ella compraba unas cosas para comer y para tomar seguramente.
-¿Te compro un café?- preguntó casi gritándome.
Con la mirada asentí y me fui al cajero, me pare enfrente y saque de mi bolsillo la billetera, lentamente deslice la tarjeta de crédito que tenía más de dos meses sin usar y la introduje en el orificio del cajero.
Marque mi clave secreta y digite el monto que quería sacar, con quince mil pesos sería suficiente, el cajero se demoro bastante y luego de eso saqué mi billetera y guarde el dinero, hice lo mismo con la tarjeta.
Fui donde Lucia y nos sentamos en esos pisos largos que son bastante molestos, el café estaba muy caliente así que empecé a soplar para poder beberlo rápidamente y salir luego de ahí.
-Todo esto es culpa tuya- dijo Lucia mientras soplaba su café cortado.
El mío era cargado y sin azúcar.
-No empecemos ahora-dije mirándola- no nos sirve de nada buscar culpables ahora.
Yo pude ver en su mirada el odio que tenía hacia mí, era obvio que si tenía una chance para asesinarme no dudaría en llenarse las manos con sangre con tal de deshacerse de mí.
Creo que la amo.
-Siempre con tus miradas misteriosas- dije coquetamente.
-Esta mirada no tiene nada de misterio- me aclaro ella- es una mirada de puro odio, si no te he matado un es porque no se ha dado la ocasión.
Lucia estaba pensando con el culo.
-Lucia, no nos podemos poner así, tu plan es bueno, si salimos del país quizás podríamos empezar desde cero- tome un poco de café y me queme el labio- pero ambos tenemos que poner de nuestra parte para que funcione. Mírame a mí, yo también perdí mi casa, mi trabajo, todo lo que tenia, o creía tener ahora esta convertido en cenizas.
-¡Pero porque tu así lo quisiste!- me dijo gritando-eres un egoísta, no tenias porque meterme a mi en esto. ¡Yo era feliz!, y ahora no tengo ni si quiera una casa donde dormir. ¡Con el Matías habíamos pensado hasta en casarnos!
Creo que tenía razón, quizás estaba siendo un poco egoísta.
Me odiaba y yo la amaba.
Yo sabía que no sacaba nada con pedir disculpas, así que cuando ella hablaba yo solo asentía y le decía que tenía razón, a estas alturas no estaba con ánimos de pelear, además creo que había perdido bastante sangre, de no ser por el nudo improvisado que me había hecho con la polera vieja quizás ya estaría desmayado.
Iba en la mitad del café y Lucia seguía retándome, cuando se me vino a la cabeza la idea de mirar hacia el estacionamiento para ver cómo estaba el auto. Al ver lo que vi toda la sangre se me enfrió y estuve a punto de escupir todo el café que tenía en la boca.
Una patrulla de carabineros estaba estacionada justo al lado de nosotros, los policías estaban bajándose lentamente mientras uno hablaba por teléfono.
-No me cabe por la cabeza como una persona…- Lucia seguía hablando, pero yo no le ponía atención.
El carabinero con el celular se quedo al lado del coche patrulla, el otro fue enseguida a inspeccionar el Kia Soul de Lucia, el asiento del conductor tenia leves machas de sangre.
-...y nunca más se me pasaría por la cabeza tener que salir con…- hablaba, pero como dije antes mi atención estaba fijada en otra cosa.
Al percatarse de las manchas de sangre el carabinero advirtió al que estaba usando el teléfono, este corto y se dirigió al auto a cerciorarse de lo que le había dicho su compañero.
Me puse de pie y Lucia me quedo mirando de la misma manera extraña, igual como lo había hecho casi todo este tiempo.
-Mira lentamente detrás de ti- le dije mientras dejaba el café sobre la mesa.
Se volteo y su impresión fue inmediata, dio un pequeño pero estremecido salto y nuevamente dirigió su mirada hacia mí.
Nunca la había visto tan hermosa.
Me volví a sentar y seguí tomando el café.
-¿Qué hacemos ahora?- me pregunto estremecida, ella seguía de pie.
-Tranquila- le dije- siéntate y actúa normal, tengo un plan.
Sonó bastante cliché.
Si me decía algo como planear es malo o yo no te enseñe a planear estaba dispuesto a meterle una bala entre ceja y ceja.
Me hizo caso y tomo asiento, la puerta se abrió y los carabineros ingresaron a la estación de servicio, mirando hacia todos lados buscando algo, buscándome a mí. Trate de ocultar mi pierna ensangrentada para no levantar sospechas pero me fue muy difícil, pero creo que paso inadvertida.
Entonces recordé que traía la pistola en el bolsillo.
Se me puso la piel de gallina.
No podía arriesgarme a sacar el arma en frente de la policía, ellos seguramente eran mucho más rápido y en un pestañeo me dejarían lleno de balas. Actué normal y me paré lentamente, mira a Lucia para que hiciera lo mismo que yo. En mi bolsillo se notaba que el bulto que llevaba era un arma.
Pase por el lado de los carabineros y solo uno se percato de mi presencia, el otro estaba mirando hacia el otro lado de la tienda.
Su mirada bajo hacia mi pierna herida y luego subió hasta mi bolsillo, era obvio que había notado lo que llevaba, reacciono enseguida y acerco sus manos hacia su arma de servicio. Entonces yo lo empuje contra la vitrina de vidrio donde tenían los postres.
Un fuerte estruendo recorrió toda la tienda y enseguida las miradas se desviaron hacia el lugar donde estaba yo, rápidamente agarre a Lucia del brazo y empuje la mampara de vidrio para salir 
¡PUM!
El compañero del herido carabinero había disparado su arma de servicio, por suerte había fallado, solo logro asustar a la gente creando así una especia de manada, lo cual me sirvió para ganar tiempo. 
Le quite el seguro al auto y entre rápidamente, eche andar el motor y aceleré a fondo.
¡PUM!
La bala rompió el parabrisas trasero del auto de Lucia, mientras yo pasaba a segunda. Las sirenas del auto policial se encendieron y empezaron una especie de persecución bastante molesta para mí, me puse el cinturón y enseguida Lucia hizo lo mismo. Ni si quiera yo tenía claro cómo iba a terminar esto.
Si bien mi plan principal era estar lejos de ella ahora estábamos en estos problemas juntos, cada uno tenía manchado su nombre con un asesinato y yo además con dos incendios.
Nada podía ser peor, creía yo.
Mire por el espejo retrovisor y ahí estaba, un coche de policía pidiéndome que me orillara en plena carretera, que desconsiderados, pensé.
60 kilómetros por hora.
Lucia me miraba con cara de espanto.
Lejano a mí se veía el peaje, no creo que sea una buena idea parar para pagarlo.
80 km/hora.
Dejábamos lentamente atrás el auto que nos perseguía, pero aun se sentía y se veía la sirena.
96 kilómetros por hora.
Me detuve un momento a admirar el hermoso paisaje que nos rodeaba.
Empecé a esquivar autos que iban más lento que yo, ellos se dedicaban a tocar la bocina y decir garabatos, si supieran que yo llevaba un arma.
Lucia seguía aterrada.
En la radio sonaban Los Prisioneros.
…es mentira,
eso del amor al arte,
no es tan cierto 
eso de la vocación…
120 kilómetros por hora.
Lucia empezaba a gritar, es como si algo malo fuese a ocurrir, no puedo creer lo pesimista que es.
En el espejo retrovisor volví a divisar un coche patrulla.
…o es nuestro estúpido sistema,
es una nueva religión 
o tal vez solo sea su emblema…
Cada vez estábamos más cerca del peaje, vire para buscar una cabina que estuviese desocupada, pero no disminuí la velocidad.
-Frena, ¡Frena!- Lucia parecía un poco estremecida.
130 kilómetros por hora.
Pasamos rápidamente por el lado de la cabina de peaje, al darse cuenta que no pagaríamos la persona responsable de cobrar agarro una especie teléfono y se puso a hablar.
Hicimos trisas la tabla que se levanta cuando uno paga. Y yo subí el volumen a la radio.
…quieren dinero
quieren dinero
quieren dinero
quieren dinero…
Perdimos por completo a nuestro perseguidor y yo seguí con la misma velocidad, esquivando camiones, autos y un par de motos.
Al fin un poco de emoción corría por mis venas.






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