viernes, 26 de abril de 2013

Calle 46


Barnicé mi imaginación con emociones perdidas,
podridas yacían y ahora ya son parte de mi vida,
los sueños quebrados comí y uní,
me inyecté esa esperanza que ilegalmente robé de ti. 
Aun así no siento nada, la superficialidad de  mi mascara se ve gastada,
derrumbada cuando por mis ojos llueven las aguas.
Chubascos y nubosidad parcial,
es mi panorama y si te disgusta me da igual.
Que cruel mi corazón si te guiña el ojo, 
que cruel tu, que encuentras la llave y aun así cambias de cerrojo.
Si, esto es todo,
la suavidad se evaporo y más tarde me llovió por los poros.
¿O por los peros?

No recuerdo muy bien cómo es que me convenció este maldito infierno,
me enamoré de este laberinto y ahora la salida me la escondo yo mismo.
¿Enojo o pena?
La respuesta puede ser cualquiera…
Respondería aunque mi otro yo no quiera,
resulta que lo que escribe me define,
por cambiar esto yo daría lo que fuera,
daría mi integridad física y emocional,
aunque lo que queda de ambas solo sea un espasmo,
un fantasma.
Me pena y me pesa en la conciencia,
al sentido de la vida yo le resté la ciencia y la eficiencia.

Yo…
De escribir siento hambre.
Si los versos no escupo ellos de a poco me devoran,
no se demoran, 
no se toman su tiempo,
me dejan seco de vacío y sentimiento.
Variabilidad emocional abunda en mi, 
algo liviano me pesa, 
todo lo que busque lo encuentro al fin en ti.
Cuando me leo, 
leo a las mismas sombras,
abrazo mis miedos y ellos arrancan espantados,
lloran tumores de mares salados.

Se trisa mi sonrisa y la risa se torna oscura,
la brisa de mi pasado arrasa con intenciones futuras,
me rio y cede la sutura.





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