Antes de dormir, cuando
la noche ya cubría todo el panorama que se podía observar desde su
ventana, su madre se acercaba silenciosa al borde de la cama, la
miraba a los ojos y le susurraba las palabras que por el resto de la
noche la dejaban afligida y sin poder dormir. Para ella fue el cuento
de terror más potente de toda su vida, y sí o sí se repetía noche
tras noche.
-Tu padre viene borracho
de nuevo- le decía su madre al oído, llena de miedo- tápate y
hazte la dormida. Si no quieres que te golpee no grites ni digas nada
cuando venga hacia tu cama. Y por lo más sagrado del mundo: que no
se te ocurra llorar.
No comprendía lo que
sucedía, pero le hacía caso a su madre. A veces llegaba su padre y
se metía desnudo a la cama, olía raro y le hacía cosquillas
molestas un rato para luego irse. Hubo noches en que ni si quiera
sentía a su papá, pero aún así el miedo la congelaba y no la
dejaba dormir.
No entendía (y jamás
entendió) como a todos sus compañeros les encantaba que les
contaran cuentos antes de dormir.
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