La pupila ya dejo de sudar.
Se canso de llorar, de mirar a la infinitesimal y
no poder controlar ese impulso de saltar,
aquel riesgo que la vida propone día a día.
En momentos de sensata ternura, el frió me envuelve
ya no quiere conversar, no ya no más de eso,
me quiere a mi como canal para hacer el mal.
Yo me resisto y comienza la fatídica guerra interna, el dolor
fluye por las venas, me hundo en mi más profundo dilema.
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